William Ospina ha estado vinculado con la música desde siempre. Sus padres eran amantes de los cantantes líricos y, cuando descubrieron que su hijo también vibraba con el sonido cercano a la música clásica y a la ópera construido desde la contemporaneidad, no dudaron en inscribirlo muy joven en clases de piano clásico. “Estuve diez años tocando en festivales internacionales, en la Luis Ángel Arango, pero, hacia los 14, me empecé a aburrir de esa rutina de practicar, practicar y practicar, repetir, repetir y repetir y me dediqué a tocar guitarra, a componer”, comenta Ospina, quien empezó a interesarse por el rock y logró componer sus primeras canciones con letra cuando empezaba esa difícil etapa de la adultez. Ospina estudió música y, cuando estaba terminando sus estudios, decidió darle forma a Matar Fuma junto a Diego Carriquiry, un compañero peruano de estudios. “Teníamos diez canciones, que es el primer álbum, cosas que hacíamos por parche. Alguna gente lo escuchó y le gustó, por lo que decidimos sacarlo.
Volverá, debut discográfico del proyecto, apareció en el primer trimestre de 2019, puesto que el proyecto empezaba a coger vuelo. “La idea no era sacarlo. Éramos los dos parchados sacando vainas, pero lo terminamos sacando porque nos invitaron a tocar en un festival en México, por lo que teníamos que tener presencia digital”, recuerda el músico. Era un disco denso y arriesgado que presentaba las habilidades de ambos compositores e intérpretes. Volverá, en ese sentido, representa un momento de Ospina en el que, tras salir de la universidad, quiere poner en práctica todo lo aprendido. “Siento que, para la gente que empezó a escuchar Matar fuma, tener ese álbum es algo importante. Uno puede ver cómo uno va cambiando, también creciendo. A mí las canciones en sí todas me gustan mucho, pues van por un lado cercano al sonido de Radiohead depresivo que tenía en esa época. Son mis canciones preferidas en vivo. Son un poco más rockeras, ritmos un poco más complicados” reflexiona el músico.
La aventura neoyorquina
Tras finalizar sus estudios, Ospina viajó a Nueva York, pues era el momento para recoger todo lo sembrado, que estaba empezando a dar frutos muy rápidamente. “Íbamos a empezar con todo y pasó la pandemia. Por eso hay un bache de casi dos años y también un tiempo largo desde el primer y segundo álbum”, recuerda. Estas circunstancias y la dificultad por el distanciamiento convirtió a Matar Fuma en el proyecto solista de Ospina, liderando desde entonces las decisiones creativas, la estrategia y la estética del proyecto. Así las cosas, el músico empezó a trabajar en su segundo álbum de estudio, No es tan simple, que estrenó a finales del año pasado, coincidiendo en fechas con la confirmación de Matar Fuma como parte de la edición de 2024 del Festival Estéreo Picnic. “En la pandemia nos separamos con Diego y eso me daba mucho más libertad creativa y también ha permitido que crezca mucho más el proyecto”.
A pesar de la situación, en la que el contacto entre individuos estaba vedado, Ospina se mostró paciente conforme daba forma a sus nuevas composiciones. “En realidad, del álbum se hicieron la primera y la última canción de manera remota, porque todavía estaba trabajando con Diego como productor, él estaba en México y yo estaba en Nueva York. Eso fue lo que nos tocó a larga distancia”, explica Ospina. “Pero todas las colaboraciones fueron en persona. Yo, en realidad, siempre he hecho cosas solo y me gustaba mucho abrir esa puerta de sentarme con alguien, hacer música con esa persona”, añade. De esta manera, Matar Fuma presentó con su segundo trabajo discográfico una serie interesante de encuentros entre él y varios amigos. Moncho Berry, de Perú, se sumó en “Nena”, la canción con mayor número de reproducciones a la fecha; entretanto, la barranquillera Nicole Jadad colaboró en “Fue por ti”, además de acompañarlo en sus presentaciones en vivo. También, aparece una colaboración en portuñol junto a Nathan Dies, de Brasil, y, para “Escucharte”, Ospina colaboró con la banda bogotana Humano en tránsito.
No es tan simple encuentra a Matar Fuma en una nueva dirección creativa, influenciado también por la música que lo acompaña en ese momento particular de su vida. “Cuando saqué Volverá estaba en el momento más Radiohead de mi vida. Soy demasiado fan de la banda. Estaba tocando con una banda gringa en la que todos son unos genios y en Nueva York la conocían como una suerte de nuevo Radiohead. Creo que Volverá por eso es así”, recuerda Ospina. “Estaba viviendo en los Estados Unidos, en Boston, y allá la mitad del año es invierno, entonces todo me salía un poquito más oscuro. Puede ser que fuera más cerebral porque era lo que me pedían”, añade. Para el segundo disco, Ospina estaba en otro momento de su vida, escuchando a cantautores como Jorge Drexler, a quien redescubrió gracias a la participación del uruguayo en El madrileño de C. Tangana.
“Empecé a escuchar música latina también. Por eso creo que sonó así. No es una decisión tan consciente”, reflexiona sobre sus procesos, en los que la intuición es una poderosa herramienta para la composición. “La única decisión que se tomó es que a mí siempre me ha gustado que la música sea bien pegajosa y en el primer álbum no tenía tantas herramientas como para poder hacer eso. Era mucho más libre, más experimental. En este quería que la gente cantara las canciones”, complementa. El álbum, en ese sentido, funcionó conforme a las prerrogativas del músico, pues las canciones de su álbum fueron coreadas a voz en grito por los asistentes a su presentación en el pasado Festival Estéreo Picnic.
Este álbum, por varias razones tuvo un proceso distinto, por lo que su depuración de elementos responde también a una cuestión práctica. “En el primer álbum tenía a mi disposición muchos amigos que eran músicos, entonces me podía dar el gusto de hacer arreglos de trompetas, de violines. El intro de ese álbum es una orquestación”, explica. Así las cosas, por ejemplo, ya el disco no tiene una presencia tan marcada de la batería, que es reemplazada en las canciones por el uso de beats, lo que le permite tener una dimensión contemporánea y fresca. “Organicé todo y me gustó mucho ese sonido. O sea, como que no fue como que ‘vamos a bajar la calidad’, sino más bien fue como “OK tenemos esto, qué podemos hacer”. Y se logró”, añade. “Nena”, en ese sentido, marcó un poco la intención del disco, pues rápidamente se convirtió en un fenómeno en las plataformas de streaming. “Fue tan buena esa canción, o sea me gustó tanto, y también tuvo una recepción tan pero tan grande que todos los días me escribía gente de Brasil, de México, Perú, Colombia. Era inevitable decir como ‘por aquí va la vaina’”.
Configurarse dentro de la “escena”
Seguimos hablando de una suerte de cohesión entre los artistas alternativos bogotanos, pero quizás esa caracterización no sea tan coherente con lo que realmente sucede en la capital. Refugio de tribus e identidades, Bogotá es un lugar en el que confluyen muchos discursos y estéticas, por lo que reducir la lucha de diferentes individuos a un fenómeno contextual no es del todo justo. Sin embargo, con relación a la idea de una supuesta “escena”, Matar Fuma no ha tenido problema para moverse desde su regreso a la capital. “Siempre fui cercano a mucha gente de acá. Un muy buen amigo mío es Santiago Navas. Tratamos de colaborar y hacer cosas. No ha salido nada, pero tiene que pasar. Otro gran amigo se llama Daniel Cortés, que toca con Armenia y está en el parche de Incorrecto. He estado también con el parche de Pelado B, con el parche de M3, con Daniel Álvarez”, explica sobre cómo ha logrado reintegrarse a la movida cultural de la ciudad.
“Siento que no soy parte de un parche, simplemente estoy un poco en todos lados. Fue bacano que, cuando volví, mucha gente conocía el proyecto sin saber quién era yo. En muchos sitios me pasó que ya conocían la banda, entonces me ha sido fácil entrar a circuitos, porque ya me conocían”, recuerda. Empero, es claro que el momento cultural que atraviesa Bogotá, al ser sede de importantes encuentros de la industria como el BIME o el BoMM, además del especial lugar de encuentro que son los festivales al parque, es muy distinto al que se vivía hace quince años, cuando la demarcación de las llamadas tribus urbanas era una constante, por lo que la identidad de las personas estaba estrechamente aunada a la música que escuchaba. A los productos que consumía.
“Es muy bacano también que la gente respete lo que uno hace. Siento que puede haber muchos rollos entre parches y competencia. A mí no me ha pasado, afortunadamente. También parte de mi filosofía es que no quiero hacer parte de un parche”, reflexiona Ospina, quien parece haber interiorizado la máxima de Pessoa de “se plural con el universo”, por lo que puede moverse con tranquilidad en distintos espacios. “”Siempre he estado abierto a trabajar con mucha gente y, por ahora, no he tenido problemas. Bogotá está creciendo mucho y creo que sí va a haber una escena. Se puede crear. Todas las bandas pasan por Bogotá. Siempre hay eventos. Siempre hay cosas. Hay un interés cada vez más grande por las cosas locales. Entonces por eso quería volver, porque es un momento que uno puede aprovechar muy bien”, añade el músico, quien ha liderado su proyecto con la inteligencia de un empresario, entendiendo que el arte circula también a partir de circuitos privados.
Hoy en día, el público capitalino ha aprendido a reivindicar lo local, por lo que madruga a lo eventos y, además, ha destinado una parte importante de su presupuesto para ocio y entretenimiento en conciertos y eventos de carácter cultural. “Sería interesante ver cómo pasó eso. Pero es bien loco e interesante como la gente, por ejemplo, va temprano a los conciertos. Mucha gente me ha dicho ‘ahí voy a estar temprano viendo la banda’. Eso hace mucho tiempo no pasaba. Hace diez años todo el mundo era como competencia”, recuerda el músico, quien también llama la atención sobre cómo ahora el músico alternativo tiene que entender el ecosistema más allá del pentagrama. “Ahora los artistas tienen más información, ya conocen Sayco, otro tipo de derechos vinculados a su música. Vamos bien”, concluye Ospina.
En cinco años, Matar Fuma ha salido del círculo de escucha de amigos y familiares y ha logrado construir un público base extenso y fiel. Ha sido un proceso guiado por la intuición, reafirmado por la responsabilidad y concretado desde la inteligencia. Como líder de su proyecto, William Ospina entiende que su experticia tiene que expandirse más allá de la composición, pues el mundo en el que vivimos es veloz y lleno de oportunidades para quienes saben aprovecharlas. Matar Fuma está siempre listo para seguir construyendo desde la perspicacia y la atención. Varios proyectos musicales podrían beneficiarse de su experiencia.
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