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Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

LOLAA, olas bilingües en un álbum redondo y enternecedor



LOLAA es un proyecto conformado por las hermanas Lex Valentine (voz) y Nadia King (bajo), nacidas en Canadá, pero de raíces mexicanas. Desde hace algún tiempo, el dúo se ha venido abriendo un espacio en el indie latino desde la publicación en 2017 de dos EPs que sirven como antesala a su primer larga duración, La Marea, que fueron estrenando poco a poco y que ya se convirtió en uno de los álbumes más interesantes del 2021 por su mezcla adecuada de pop con nostalgia retro y emocionantes líricas cargadas de amor, desamor y reconstrucción. A medio camino entre el inglés y el español, LOLAA le apuesta a una identidad retro cargada de sintetizadores y pistas programadas a modo de percusión que le dan un brillo particular a cada uno de sus temas. Producido por Jon Drew, productor canadiense que ha trabajado con Tokyo Police Club, The Flowers From Hell o Fucked Up, La Marea es el documento con el que las hermanas se abren un espacio importante en la nueva música alternativa latinoamericana. El disco presenta una producción emocionante llena de colores fugaces y vívidos retablos de neón, sentimientos nocturnos y largas madrugadas de despecho. Conversaciones, en fin, para reconstruirnos y sobrevivir más fuertes luego del naufragio, permitiendo que la marea nos lleve a un nuevo mar. Con dos colaboraciones espectaculares, la primera de la artista enclavada en Los Ángeles Sin Color y la segunda a cargo de Graham Wright de Tokyo Police Club, La Marea se constituye en un álbum de bellísima sensibilidad pop, un encuentro con las partes más frágiles y emotivas de nuestro sentir. A propósito de este lanzamiento, hablamos con Lex Valentine, ahora radicada en México, sobre la composición del disco, la audiencia latina en Canadá y la música de Camilo Sesto. Éntrenle.


Para empezar, quisiera saber cómo fue crecer en Canadá siendo de ascendencia latina. ¿Cómo funcionaban las dinámicas en el espacio público y en el privado de su hogar?


En Canadá hay una comunidad latina muy fuerte. Nosotras somos hijas de papás mexicanos y crecimos en una casa que siempre tenía esos valores y costumbres: nuestra cultura, la comida, la música, el humor. Mucho después tuvimos la oportunidad de lanzar nuestra música en español, pero nos pasamos la mayoría de nuestra vida musical (hasta ahora) escribiendo en el inglés porque ese es el mercado de allá. Es difícil lanzar música bilingüe en Canadá, pero la comunidad latina que existe allá te apoya, y eso está padre. Con LOLAA sentimos que finalmente ya nos podemos expresar en ambos idiomas. Tener la combinación de los dos para nosotras es importante para crear de la forma más auténtica posible.





Me llama la atención del disco que es como un vaivén de olas: a veces es fuerte y a veces suave, como la marea misma. ¿De dónde viene la inspiración y el concepto detrás de estas diez canciones?


Hace dos años dejé mi vida atrás en Canadá y me mudé a la CDMX para empezar de cero. Exploté mi vida porque estaba triste y deprimida y completamente desequilibrada. Había dejado una relación muy tóxica atrás (muchas versiones de la misma relación), y me empezó a interesar mucho la sanación propia, mi salud mental, lo necesario. En esa transición entendí que las emociones, la sanación, el dolor, el amor, el miedo, la ira, todos esos sentimientos fuertes que pasamos cuando estamos realmente abiertos al plan de la vida, se sienten como una marea. Primero empieza agresivamente: pasas por las emociones del duelo, aceptas lo que es, cambias lo que no te gusta, aprendes a no aferrarte y finalmente todo se calma, aprendes a fluir. Llegas a un lugar donde tienes fe otra vez y quieres echarle ganas a la vida otra vez. Eso es La Marea. Era la reflexión de mis etapas de sanación. Y siempre viene otra marea, pero ya entendiéndote más, fluyes mejor para la próxima.


Hay una influencia patente del synth pop y el new wave de los años setenta y ochenta, ¿cuál es su relación con estos géneros del pasado?


Esa era la música que escuchábamos en casa de niñas. Nuestros padres siempre tenían esos géneros en casa. Artistas como Daniela Romo, Camilo Sesto, Blondie, todo lo que nos gusta, lo que nos recuerda a casa. Siento que con la música en general los mexicanos somos muy fans de la nostalgia.


Me llama la atención que, cada vez más, estamos volviendo a estos momentos icónicos de la música. El otro día veía Scarface y, claro, la banda sonora es de Giorgio Moroder. ¿Cuáles creen ustedes que sean los motivos de este amor al sonido retro y esta necesidad de “modernizarlo” para la tercera década del siglo XXI?


Yo creo que todo ya se ha hecho de una forma y es muy difícil ser innovador en cualquier género. Nunca va existir otra versión de lo que fue esa música en esa época. De cierta manera, estamos reciclando ideas, a veces a propósito, a veces sin querer. Es la música que todas escuchamos desde niñas, entonces es natural que nos inspire para toda la vida. La tecnología ha avanzado tanto que es imposible ser el primero en algo. Entonces en vez de ponernos esa presión, creamos y la pasamos bien.


La marea es un álbum precioso, hecho con mucho detalle, ¿cómo fue trabajar con Jon Drew?

¡Muchas gracias! La verdad le echamos muchas ganas y le metimos un chingo de corazón a este proyecto. Trabajar con Jon siempre es especial. Es familia. Trabajamos con él desde los 16 años. En el estudio los 3 somos obsesivos con sonidos y detalles, entonces nos encanta trabajar tarde y meternos en el proceso duro.


Entiendo que para ustedes era muy importante representar la identidad bilingüe del proyecto, ¿cómo reacciona el público canadiense a las composiciones en castellano?


La verdad no hemos pensado mucho en la reacción del mercado canadiense. Nuestra meta desde el principio de este disco era enfocarnos en México. En Canadá te ponen en categoría de “world music” si estas cantando en otro idioma, entonces los que agarren la onda está padre, pero aquí (en México) siento que tenemos más libertad creativa para definirnos como artistas porque entienden la mezcla mejor.





“Mitad sombra, mitad luz” es un corte muy bello del disco y la participación de Graham Wright le da una fuerza silenciosa a un sencillo que es muy popero y delicado. ¿Cuál es su relación con él? ¿Cómo decidieron integrarlo a uno de los cortes principales del álbum?


¡Es un amigo desde que éramos teenagers! También éramos compañeros de sello hace muchos años y, de hecho, a Tokyo Police Club nos los llevábamos de gira con nuestra otra banda (ya difunta), Magneta Lane. Nos encantó el tono de voz de Graham porque tiene una inocencia muy linda y natural, que la mía no tiene [risas]. Como en la relación de la que cantamos juntos, también en el estilo/sonido de la canción, queríamos transmitir ese balance. La mitad sombra, la mitad luz. Nos prestó su luz.


En el video de este mismo sencillo Kimbara Kumbara hace un trabajo maravilloso. El glamur del enmascaramiento o disfrazarse para representar nuestra verdadera identidad es un concepto fascinante. ¿Cuál es la reflexión detrás de este audiovisual?


Cuando vimos el primer corte de este video todos lloramos. Kimbara y Juan Ele tienen una química tan hermosa y pura, y neta fue un privilegio que elles compartieran su arte, esencia y energía con nosotros para este video. Nuestro director Diego Velázquez literal capturó algo natural entre les dos, y nosotros solo fuimos la música de fondo. Para nosotros era demostrar a dos personas en su forma más auténtica, enseñando quiénes son y aceptando el amor de otra persona. Que para todos puede ser algo difícil: el sentirse vulnerable.


El amor es el amor y todos buscamos a alguien que nos acepte con nuestra oscuridad, nuestra luz, nuestro pasado, nuestro dolor. Buscamos a alguien con quien podamos sentirnos aceptados, auténticos y en casa.


Para finalizar, quisiera saber cómo sienten el poder cantar en castellano luego de que sus anteriores lanzamientos fueran en inglés. A la hora de componer, ¿cómo cambia el mindset para construir patrones y rimas?


Tuvimos un aprendizaje muy importante con el primer EP que lanzamos en el 2017 (inglés) y el 2018 (español). Traducir del español al inglés es muy difícil porque al traducir se le puede perder una esencia, una poesía, muy romántica, que existe solo en el español. Ahora lo divido así: si voy a escribir algo directo, firme, de algo que ya dejé atrás lo escribo en inglés; si estoy romantizando algo en el presente, futuro, paz, calma, sensualidad, equilibrio, eso me sale en español [risas].



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