Isabel Ramírez Ocampo, La muchacha, es un fenómeno de la nueva trova colombiana y una de las voces principales de la canción de autor. Con una inteligencia lírica sin par que igual y bebe de referentes claves nacionales como Edson Velandia, La muchacha logra conectar a través de su catálogo personal con una audiencia cada vez más ávida de honestidad y carácter. De la guitarra de La muchacha nacen melodías extraordinarias que no solo se resumen a la construcción melódica a partir de acordes, sino que se contraponen con una percusión creada con golpes sobre la caja de resonancia de su instrumento de madera. Las canciones de La muchacha, oriunda de Manizales, son conmovedoras hasta el llanto, creadas con una delicada factura en las que converge el discurso cotidiano con imágenes poéticas inteligentes y bellas. La muchacha es uno de los proyectos que revitaliza la tradición de cantautores en el país. Y se ha convertido en una necesidad tenerla presente, pues cada nueva entrega es un documento delicado de fiereza y emoción.
El año pasado, La Muchacha presentó su segundo álbum de estudio, Canciones crudas, un trabajo delicado y fiero que la encuentra en una etapa creativa fructífera en la que su pulsión ecológica, su atesoramiento de su ascendencia de mujeres aguerridas y su reconocimiento del otro se cristalizan en cortes emocionantes y poderosos que invitan a una reflexión consciente sobre el mundo que nos rodea. Y cómo lo estamos acabando. Así mismo, presentó un EP junto a Santiago Navas llamado Juntura en el que combina la canción de cantautora con programaciones prestadas del dembow para deconstruir el género urbano y ponerlo en función de la construcción de un país más equitativo, respetuoso y ameno. Ahora, después de agotar las localidades de su primera presentación en el Teatro Mayor Julio Mario Santodomingo, la cantautora de Caldas presenta un adelanto de Más canciones crudas, su próximo álbum de estudio.
“La parcera” es una declaración de principios por parte de La Muchacha, una canción que ha venido presentando en sus actuaciones en vivo hace casi un año. Con un arreglo en la guitarra que recuerda la trova colombiana, Ramírez se muestra idílicamente ataviada por un traje de flores y bruma de montaña, cantándole al espacio natural, al mundo del silencio de la sierra. Es una disociación del mundo urbanita y un regreso anhelado a la tierra y la sangre de los árboles, un reconocimiento franciscano de que las aves, lagartijas y perros viejos son también nuestros amigos, nuestros compañeros en esta travesía sin sentido que es la existencia sobre la Tierra. En oposición al paisaje del silencio de las montañas, La Muchacha contrasta su locus amoenus con el mundo del hombre, lleno de habladurías y malos deseos. “La parcera” es un canto que hermana a la manizalita con toda la belleza de nuestro territorio, aquella que mermamos y saboteamos en nuestro afán por conquistarla. La Muchacha no corta la flor para admirarla: la contempla en la vereda en la que nace y la deja ser, para registrarla en su cancionero desde su percepción, sin interrumpir su vida frágil y enternecedora. Prepárense para Más canciones crudas, otro documento que evidencia la inteligencia primigenia de La Muchacha.
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