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Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

La observación pausada y esencial de Ana María Vahos



Ana María Vahos es una de esas voces que, por facilidad crítica, habría que agrupar en ese grupo de cantautoras que desde hace varios años conmueven con su sensibilidad el contexto musical colombiano. Y, sin embargo, todo ejercicio de catalogación y de englobar la sensibilidad propia de un individuo en función de un grupo estético, retórico y de afinidad de pensamiento, invisibiliza la identidad única de cada uno de los que se encasillan. Vahos es una cantautora particular, una voz que baja de las montañas para cubrir como neblina las plantas bañadas de rocío en una mañana gris y darle un velo mágico y de sorpresa a los días. Es una persona que teje con tranquilidad las canciones, permitiéndole al tiempo hacer de las suyas y convencerla de que el momento es oportuno para que sus delicadas composiciones vuelen con frágiles alas de mariposa hacia el sol, nuestra principal estrella. A propósito de su pasada presentación en el Festival Estéreo Picnic hablamos con la antioqueña sobre los rituales campesinos, el vértigo y tranquilidad que implica saber que todo se acaba y el hacer canciones con personas con las que uno conecta.


A mí me interesaba comenzar hablando de la figura del viaje en tu vida, porque siento que esta particularidad de tu vida ha marcado también la manera como escribes.


Nací en San Pedro de los Milagros, un pueblito que queda a una hora de Medellín, en la montaña. Es frío. Mi mamá estaba visitando a su hermana y el parto iba a ser en Medellín, pero me adelanté. Nací ahí por asuntos de la vida, pero nunca he vivido en ese espacio Es un lugar por el que paso, pero que nunca habité. Luego viví en Arboletes, en Montería, en Horizontes y la mayor parte de mi vida la he pasado en Medellín. Es una mezcla de Caribe e interior. Somos una familia antioqueña por ambas partes. La profesión de mi papá, que es zootecnista y siempre ha trabajado en el campo, hizo que yo desde niña tuviera que moverme para estar en familia. Estuve mucho en zonas rurales. Por eso, siento que desde muy pequeña hay una relación con el paisaje, con el viaje, con adaptarse a los nuevos lugares, con soltar y estar en movimiento. Una niña que está aunada a esas circunstancias llega a configurarse de una manera particular: muy observadora, muy contemplativa, muy sensible siempre. Ya en la edad adulta decidí dedicarme a oficios creativos. En este caso, la canción de autor.


Hablemos de Ananá, primer balbuceo, un EP en el que, así como empezabas a hablar, empezabas a caminar y transitar el mundo de la canción. Además, que fue producido en el paisaje, cerca de las cosas a las que eres afín.


Este disco es el primero que grabé. Sentía que era un paso que estaba dando por primera vez. Como los niños cuando están gateando, empezando a decir sus primeras palabras. Es una palabra que hace referencia a mí misma, a una decisión muy propia cuando decidí grabar. Años antes me habían ofrecido grabar discos, pero yo no sentía esa pulsación. No había tomado todavía la decisión y no sabía cómo abordar el tema. Anana es decirle a Ana que ya estuvo bien, que vamos a grabar. Empezar a balbucear. Fueron tres canciones que fueron seleccionadas de muchas que grabé. La primera canción que toqué en vivo de mi autoría fue en 2011. Entonces entre tanto habían salido muchísimas canciones. Con un amigo, Sergio Martínez, que es ingeniero de sonido, subimos a Santa Helena y nos fuimos con una Tascam vieja generación y nos adentramos en un bosque nativo.

Saqué la guitarra, teníamos un micrófono y empezamos a grabar. Grabamos muchas canciones y, al final, escuchando, escogí las tres que salen en el EP. No hubo una ingeniería de sonido como tal, fue todo muy sutil, unas pequeñas ediciones que hizo Sergio. Yo soy la autora de la portada, que es una mariposa que está como en medio de plantas. Es una acuarela. Así me sentía en ese bosque: dando mis primeros aleteos y optando por el camino de lo creativo y de la belleza. Elegí a la mariposa porque es una especie muy bella, es mi animal favorito. Es muy bella y su vida es muy corta. Para la mariposa ser mariposa tiene que pasar por un proceso de metamorfosis muy tremendo. Por eso me identifiqué con esa especie. Sentí una acogida muy bonita y había mucha gente que estaba esperando ese lanzamiento, como que las personas necesitaban la música grabada. Siento que las primeras veces son muy poderosas porque te quitan el miedo. Es un EP que amo mucho.




Cuando escucho Amor profundo y Anana pienso en la música popular, en la trova y en unas tradiciones musicales que son parte de lo que cantamos y que compartimos. Cuéntame de la taberna de tu abuela, el coro que tenías con tus primas y el valor de la música popular en tu historia, esas canciones que gozan de popularidad en nuestro contexto.


Y que de alguna manera nos configura también como parte de un pueblo. Nos genera sentido de identificación. Un colombiano en Rusia que escuche una canción de Julio Jaramillo se transporta a la tierrita de inmediato. Mis abuelas cantaban ambas. La voz de mi abuela paterna era una voz con mucho sentimiento, me encantaba como cantaba. La pienso mucho cada vez que voy a cantar o cuando estoy componiendo. Siento que tengo un poco de ella en mí. Mi otra abuela, la que está viva, fue la que tuvo la cantina. Estar escuchando todo el tiempo Darío Gómez, los Visconti, las Hermanitas Calle, es una información que empiezas a tener dentro de ti. Mi infancia y adolescencia la pasé compartiendo con mis primas. Somos como nueve o diez nietas, pues la mayoría son mujeres, y somos cinco o seis que tenemos la misma edad. Tres nacimos el mismo año. Somos muy cercanas y crecimos muy cercanas. Andábamos por el pueblo, en Horizontes, que es de donde son mis abuelos. Mis vacaciones eran en el pueblo, en la montaña.


El asunto de la tienda, el campesino, el señor que está colocando el café afuera de su casa es algo que llevo conmigo. Vengo de familias campesinas, ambas. Mis abuelos han trabajado la tierra. El único que todavía está vivo se despierta a ordeñar y mi abuela tiene pollos, hace quesitos y arepas. Viven ese ritual que me parece hermoso. Es así en muchas familias de Colombia. Eso popular lo siento dentro de mí y me conecta mucho. En Los días uno de los invitados es Gato e’ Monte, que me fascina. Es muy auténtico. Por eso, busco incorporar eso en la música que hago, porque también ha sido la forma como he crecido, teniendo ese contacto con lo popular y lo campesino. Mi papá y mi hermano son zootecnistas entonces siempre he estado con el campo y con la tierra. Con mi papá hablo mucho sobre árboles, sobres pastos, sobre procesos productivos. No tiene nada que ver con lo que hago, pero sí tiene que ver porque termina alimentando lo que soy. Llega a las canciones.





En ese sentido, siento que Los días es una celebración de los rituales, esos trocitos de cotidianidad que le dan sentido a la estructura de las horas. Hablábamos de la observación y pienso que construir desde lo que damos por sentado, que es la vida misma, es una forma muy bella de escribir canciones.


Exacto. Esa es una lectura muy precisa de lo que yo también estaba sintiendo y lo que propongo con este disco. En lo cotidiano hay mucha magia y hay mucha verdad. Y es la vida misma. Es lo cotidiano, pero siento también que está el elemento de lo natural. Las plantas que tienes en tu casita, las montañas, el clima, el paisaje. Esa es la misma tierra y está ahí diciéndonos muchas cosas. En “Cámara lenta” está la figura de la planta que se tuerce en busca de luz. Escribir eso, componer eso y darle sonido es el resultado de una observación que tengo en mi cotidianidad. Me resulta muy poderoso por lo poético, por filosófico, por lo mucho que te puede decir algo que está ahí. Se trata simplemente de prestar atención.


Pensaba haciendo este disco, por ejemplo, en este ritmo del sol siempre saliendo y ocultándose, saliendo y ocultándose, saliendo y ocultándose. Y así vivimos, con el sol saliendo y ocultándose. En la pandemia me puse a ver un documental de NatGeo que se llama Cosmos y supe que el sol es una estrella que también es finita. Va a morir. En muchísimos años, pero va a morir. El ser humano también está empezando a entender su finitud, lo caduca y fugaz que es esta vida. Con ese dato en la pandemia del sol quedé muy tocada, con ese vértigo que da saberse sin esa estrella que tenemos ahí todos los días, pero que también caducará. Tenía todo eso muy mezclado, experiencias que me tocan. Son esos dos elementos: lo cotidiano y lo natural. Y lo natural que es un milagro: el sol sale y si no lo hace, paila, nos morimos. Pero qué bueno que sale. Y es un milagro. Y doy las gracias al sol por salir y por la fotosíntesis y que las especies del planeta estén a su ritmo. Y nosotros también. El sol es también felicidad, alegría y bienestar.


Me hace pensar en las Odas elementales de Neruda, una celebración de lo cotidiano, pero que siempre me ha contrariado en su ejecución grandilocuente. Porque en tu universo textual no rebuscas el adjetivo deslumbrante, sino que hay un uso cotidiano del lenguaje que da forma a imágenes poderosas. ¿Cómo escribes y cómo nace tu poesía?


Rumiando mucho. Masticando mucho lo que me sucede. Ponte que estoy en un bus y voy mirando por la ventana, observo cosas, siento cosas y me concentro en pensamientos. Estoy muy atenta a esos pensamientos. Hay algo que me sirve mucho y es cuando siento que algo que sentí y que pensé es importante, cuando algo me resulta valioso. Así tal cual lo pienso, así tal cual lo canto. De hecho, no hago mucho eso de sentarme en una mesa con una hoja en blanco a escribir. Es más como que vivo, haciendo cosas, y lo que sí tengo a la mano es mi celular para grabar y para escribir apenas siento que aparece algo que necesito congelar para desarrollarlo más adelante.


Siempre he tenido muchas libretas. Desde niña. Nunca me gustaron las muñecas y tuve problemas con el color rosado y las escarchas, toda esta construcción de lo femenino. Lo que sí me gustaba era tener libretas y colores. Andaba con un morralito con mis cosas, para pintar y dibujar. Volver a esas libretas es un voltaje porque es mirar qué estaba sintiendo cuando escribí algo o preguntarme en qué estaba pensando en un momento particular. Es un ejercicio muy importante el de escribir y siento que lo estamos perdiendo mucho, todo es muy digital ahora. Es eso: vivir, pensar, sentir, estar atenta, ponerlo en palabra, grabarme. Esos son mis recursos. Pero me dejo ser y sentir. Para mí la escritura de canciones, la composición no es algo que me imponga. Es algo que me gusta que nazca muy fluidamente cuando tenga que suceder. Sí me he puesto a ahondar en esas primeras pulsaciones y sentires. Así me voy yendo y así han nacido la mayoría de mis canciones. Es un ejercicio muy íntimo y de soledad. Incluso cuando he colaborado en canciones, yo solita escribo mi parte y juntamos. Necesito esa intimidad.





Hablemos, para cerrar, de esas colaboraciones. Hay unas con Solo Valencia que me encantan y que me llevan a preguntarme cómo trabajas de manera conjunta, cómo participas en la creación de algo mutuo.


Para colaborar, una tiene que estar en la disposición de leer qué es lo que quiere el otro. Cuál es su estado de ánimo y pensar cuál sería la voz de una ahí. Esa es una primera lectura. En el caso del Solo, con la canción “Si aún me piensas” la música la hizo él y escribió la primera estrofa de la canción. Me dijo ‘Ana, píllate esta canción, la estoy haciendo’. Los dos estábamos en un momento de la vida muy similar. Y somos muy amigos, de sentarnos a compartir la vida y saber qué nos sucede. Él me mandó la música y la primera estrofa y me preguntó si me animaba a escribir más. Conecté muy fácil con esa canción y en una mañana me senté y, escuchando, salió el texto rápido. Necesito identificarme con eso que quiere hacer el otro, sentir que sí conecto con lo que se está cantando, con la canción en su estructura general. Necesito conectar y necesito que me guste. No participo en colaboraciones con las que no conecte. Eso me toma un tiempo. Si no encuentro nada en las canciones prefiero decir que no. Me tomo mi tiempo para sentir la canción, para sentirla. He colaborado con proyectos muy lindos que me gustan mucho. Hay una canción que se llama “Aire” de un proyecto que se llama Mona, de Medellín. Y yo soy la voz principal. El productor fue Víctor Acevedo, un músico increíble de la ciudad. Grabar en el Alto Estudio fue hermoso. Cuando digo que sí es porque lo siento profundamente, igual cuando digo que no. No soy capaz de hacer algo en lo que no esté conectada. Eso se ve. El Solo y yo engranamos tanto porque tenemos una amistad y una cercanía. Eso agiliza el proceso, lo hace muy fluido.




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