Isabel Ramírez Ocampo, La muchacha, es un fenómeno de la nueva trova colombiana. Con una inteligencia lírica sin par que igual y bebe de referentes claves nacionales como Edson Velandia, La muchacha logra conectar a través de su catálogo personal con una audiencia cada vez más ávida de honestidad y carácter. De la guitarra de La muchacha nacen melodías extraordinarias que no solo se resumen a la construcción melódica a partir de acordes, sino que se contraponen con una percusión creada con golpes sobre la caja de resonancia de su instrumento de madera. Las canciones de La muchacha, oriunda de Manizales, son conmovedoras hasta el llanto, creadas con una delicada factura en las que converge el discurso cotidiano con imágenes poéticas inteligentes y bellas. La muchacha es uno de los proyectos que revitaliza la tradición de cantautores en el país. Y se ha convertido en una necesidad tenerla presente, pues cada nueva entrega es un documento delicado de fiereza y emoción.
Antes este año La Muchacha presentó su segundo álbum de estudio, Canciones crudas, un trabajo delicado y fiero que la encuentra en una etapa creativa fructífera en la que su pulsión ecológica, su atesoramiento de su ascendencia de mujeres aguerridas y su reconocimiento del otro se cristalizan en cortes emocionantes y poderosos que invitan a una reflexión consciente sobre el mundo que nos rodea. Y cómo lo estamos acabando. Así mismo, presentó un EP junto a Santiago Navas llamado Juntura en el que combina la canción de cantautora con programaciones prestadas del dembow para deconstruir el género urbano y ponerlo en función de la construcción de un país más equitativo, respetuoso y ameno. Ahora, en el marco de la violencia sistemática en las grandes instituciones, La Muchacha regresa con un corte acústico llamado “La sentada”, una composición dolorosamente conmovedora sobre la violencia estatal.
“Vivimos en un paraíso, siempre esperando la muerte. La propia, la cercana o la desconocida”, explica el comunicado de prensa que acompaña al lanzamiento. “Ese es el sino que cada vez más se ciñe sobre nuestros cuerpos, que no dejan de cantar y resistir como solo saben los cuerpos latinoamericanos, los embates de nuestros cruentos gobiernos”. En ese sentido, “La sentada” es una composición llena de imágenes de podredumbre, suciedad, corrupción y violencia. Es el canto aguerrido de una persona que está hasta la coronilla de aguantarse la desaparición de líderes sociales, del lavado de activos en construcciones multimillonarias que terminan colapsando a la semana, de las herramientas de terror y miedo que despliega un estado cómplice sobre los más desprotegidos. “Todo en Colombia está sucio, paraco y podrido. El Estado criminal judicializa, criminaliza, golpea y asesina a su juventud. La vida, imaginación e insolencia creativa son las armas de un pueblo que se cansó de la “democracia más antigua de América Latina” y sus históricos abusos de poder”, continua la comunicación.
La Muchacha es una escucha siempre pertinente, una escucha cada vez más necesaria. A ver si abrimos los putos ojos, a ver si cerramos las orejas al ruido de los noticieros que promueven la verdad oficial, ese podrido relato de mentiras y vaguedades. “La sentada” es la historia de una cantautora que, cansada de la impotencia y de quedarse estática ante el horror y el fuego, decide alzar la voz para acompañar los nombres anónimos perdidos entre expedientes empolvados con su voz rabiosa. A ver si no se nos olvida que nuestra insigne ave nacional es una bestia carroñera inmensa. Pucha, nos están matando. Desde hace años, nos están matando.
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