Entrarle al sonido de Higuita en chanclas, debo reconocerlo, me costó mucho. No entendía cómo tomarme en serio algo que parecía salido de una página de memes. Y es que estaba haciendo todo mal. Porque uno no va al estadio a llenarse la cabeza de imágenes, a evaluar cada elemento de un equipo, a escrutar cada imagen cómo en un ejercicio de iconografía pictórica. Uno sabe, más o menos, si equis o ye volante tiene el pecho frío y si está agarrado, tal vez, con el delantero. Ha revisado las asistencias y sabe por dónde va la cosa y en dónde está parado su equipo. Pero ya allí, cuando las paredes de concreto tiemblan por el coro de los hinchas vestidos del mismo color (sólo Millos, papá), la teoría se va al carajo, la retórica se torna nula, todo proceso lógico se desvirtúa en función de darle lugar a un sentimiento. Palito de queso grasoso en mano y en la otra una Manzana Postobón al clima, nada más importa que ese cotejo profesional de personas a las que idolatramos por temporadas. En búsqueda de ese sentimiento está Higuita en chanclas. Y cuando se asiste a una presentación como la que realizaron el 23 de marzo en el Estéreo Picnic se entiende. Se entiende desde el corazón.
Esto no quiere decir en ningún momento que la música de Higuita en chanclas no sea excelente. Lo es porque no se toma en serio. Es un poco la actitud de vale verga de Diego con la mano de Dios, del ídolo que mete un gol sin esfuerzo y se caga de la risa. Samuel y Giro saben que son buenos, que hacen canciones explosivas y vibrantes. Y se ríen haciéndolas. Eso es lo más bonito y lo que los hace únicos: son mejores amigos que primero metieron goles antes de escribir canciones. Dejándose la piel sobre las canchas de pasto en las que se enfrentaban a equipos de La Iguaná, un popular barrio de Medellín, los Higuita en chanclas aprendieron qué es la pasión en lo cotidiano, cómo tiene más sentido un roscón con gaseosa abrazado de los amigos al final de un partido que darle importancia trascendental a las cosas. Y está ahí, en la emoción del que grita gol y se raspa las rodillas celebrando, que reside la mística de una banda de la que todos somos hinchas luego de verlos romper el escenario, surfear por encima del público y cagarse de la risa, abrazados. Y a mí, ahora, me encantan.
Primero, lo primero. Hablemos de esa imagen de Higuita en chanclas. A mí me vuelve loco ese personaje que inventan, como una especie de rey gordinflón al que ya le vale madre todo. ¿De dónde viene esa idea como de héroe retirado?
Giro: Así como tú lo pones, así fue. Samuel tenía una banda, esta es la historia de siempre, y le iba a cambiar el nombre y les dijo a los amigos: “Reunámonos, parchemos y hacemos una lluvia de ideas para el nombre de la banda. Quiero que piensen en algo que para ustedes sea la imagen del éxito absoluto”. A mí se me ocurrió Higuita en chanclas, porque yo pensé exactamente la misma imagen: Higuita panzón, en una finca en San Jerónimo, con los piecitos ahí metidos en la piscina, con la esposa toda operada, tirándole huesos de pollo a un perro [risas]. “Vea, tengo un sancochito. Ahorita llamamos a todos los amigos de la vieja Selección y nos la pegamos. ¿En qué andará el Tino?”.
Samuel: Ese día Manuel, el hermano de Giro, se tiró el nombre de “La noche que el eclipse nos dejó ciegos”. Nos pareció muy largo y épico, pero de ahí nació otra canción. Otra cosa que nació antes en el nombre. Muy charro [risas].
Giro: Además, muy raro que sea Higuita. Porque no es el Pibe, no es Tino, no es James. Hay algo ahí que representa lo que somos. El Pibe es muy centrado para ser “El Loco”; James es un señor y el Tino ya es demasiado. El Tino ya está pasado. Nos tocaría llegar a echar tiros al aire [risas]. Pero Higuita tiene otra cosa. Es un tipo que pasó por todos las cosas de la vida: el tipo se iba a visitar a Pablo Escobar a la cárcel. Ahora es político. Fue a visitar a este man y dice “Con él no tengo ningún nexo, somos parceros. Solo vamos a jugar fútbol. ¿Qué tiene de malo tener amigos? Uno no escoge a los amigos”. Eso es hasta bonito. En ese momento, era el man más caliente de la tierra, podrían estar a punto de tirarles un misil y los manes parchando, diciéndole a la esposa “Me la juego, voy donde mi amigo. Me toca, mi amor, me pidió que lo visitara porque está muy entusado”. Higuita… Brutal.
Hablemos un poco del proceso de grabación del EP. ¿Cómo nacieron esas canciones que ya tenían nombre? Todo esto antes de que nos joda la puta pandemia.
Samuel: Me acuerdo de que me acababa de pasar de casa y teníamos una especie de sótano en el que estaba conectado todo el estudio. Ahí nos íbamos a trabajar Giro y yo. Nos sentábamos a hablar y yo le mostraba las ideas que tenía. Fue un proceso muy despreocupado porque no estábamos haciendo música como ahora. No teníamos ninguna expectativa. Ni audiencia. Éramos los dos creando música casi que por disfrutar solo el momento.
Giro: La verdad fue el mejor procesos de composición y de grabación que hemos tenido hasta el momento porque fue el momento en el que no teníamos absolutamente ninguna presión de nada. Siempre tratamos de quitarnos las presiones, porque uno tiene los pies en la tierra, no tenemos una disquera puyando. Pero, obviamente, las cosas cambian y ahora estamos en un punto de nosotros contra lo que ella hicimos. Antes éramos nosotros versus nada, versus el aburrimiento. Fue el proceso más brutal porque podíamos demorarnos lo que quisiéramos en un tema o podíamos sacarlo de una. Y no había ningún problema. Lo hicimos así hasta que ya tuvimos como cinco temas y con eso armamos un EP.
Samuel: Fue raro porque todo lo trabajamos en digital. Lo único que teníamos eran un montón de archivos MP3, un montón de cosas que solo subimos a Internet. No sabíamos a quién le estábamos hablando. Para mí fue un choque muy grande, ya después de haber sacado algo y esperar a que la gente dijera algo, hacer un toque y ver que la gente ya se sabía algunas canciones, que quería saltar, que nos conocía. Fue volver una nada a una realidad tangible. Después nos encerraron y todo se fue a la mierda. Pero prefiero quedarme con el recuerdo de lo lindo [risas].
Hay una cosa muy bonita de ese EP, Yo nunca aprendí a cantar (pero con mis amigos nos jugamos buenos cotejos), y es esa inclusión de la cultura pop colombiana. Están ahí los comerciales de Frutiño con Higuita, los goles de William Vinasco, e incluso la inclusión de 31 minutos.
Giro: Que saque todo el mundo sus conclusiones, pero eso es lo que ha generado el crecer en Colombia. Al querer sacar algo nosotros le pusimos lo que conocíamos. La narración más brutal de la historia del fútbol colombiano, Higuita cuando hizo el escorpión, ¿cómo no vamos a poner eso si es brutal? También está 31 Minutos que fue algo que nos marcó mucho. Musicalmente nos marcó muy fuerte. Para nosotros la música de ellos es la música mejor hecha, porque es una música muy pura. Piensa que, si no la hubieran hecho para un programa para niños, fácilmente ese sería un disco. Es brutal: te están hablando de un tema, pero te lo botan camuflado para que lo entienda un niño. Pero tú también lo entiendes. Te pueden hablar de política en un país como Chile que ha vivido temas tan densos. Pero te lo camuflan. Les hablan a los niños, pero también al adulto que ya dejó de serlo.
Samuel: Lo que yo siento es que lo hacen sin pretensiones. Entendiendo lo que son y eso los hace ser mucho más. La canción de “El dinosaurio Anacleto” es una de las mejores piezas de arte, para mí. Es redonda, como comienza y termina. Es perfecta.
Giro: Teníamos clara esa referencia a 31 Minutos, que es lo que nos gusta. Ya después empezamos a diseñar el orden para que tuviera coherencia el EP. Pero, básicamente, fue la misma esencia de 31 Minutos, la que nos llevó a poner esos audios del show chileno: sin pretensiones. Se trataba también de bajarle un poco a la tensión, a la seriedad de la canción. No se trata de tomárselo tan en serio.
Y, en ese sentido, es muy bonito que su música apela a ese universo simbólico del barrio. Hay algo muy genuino en esa forma de vivir el desamor, la fiesta. A mí me rompe que la poesía sea tan grandilocuente: no toda tusa es un volcán ardiendo, no cada beso es un amanecer en Palomino.
Samuel: Lo primero es que Giro y yo nos conocemos hace mucho tiempo, como hace trece años cuando llegué al barrio Carlos E. Restrepo. Giro ya vivía ahí, pero más o menos desde hacía un año. Estábamos como medio recién llegados. Ese barrio, para mí, es muy importante para la ciudad porque es un espacio medio verde, una especie de oasis en medio de la jungla de concreto. Estamos al lado de la Universidad Nacional, de La Iguaná del centro. Queda al lado de la Regional que es la única autopista que tiene Medellín, al lado del estadio. Uno viviendo ahí está en parte protegido de la ciudad, pero al mismo tiempo viviendo todo lo que pasa en la ciudad. Nosotros jugábamos fútbol con la gente de La Iguaná. Eso es lo más bacano que hay, porque ellos viven una vida muy diferente a uno, pero ahí nos podíamos conectar, uno aprendía. Son personas que no son diferentes en algunas cosas y en otras sí, pero todo estaba bien. Todo eso es inevitable que aparezca en Higuita. Como Giro y yo fuimos mejores amigos desde siempre, vivimos las tristezas de las chicas. Nuestras vecinas. Él vio cómo entré a la universidad, yo vi cómo él entró a la universidad, cuando me fui del Carlos E, cuando él se fue a vivir solo.
Giro: Pasa algo también y es que Medellín es muy pequeña. Cuando venimos a Bogotá nos damos cuenta de lo grande que es Bogotá y lo pequeña que es Medellín. Aparte, Medellín tiene una cosa particular y es el hecho de que, como tiene forma de coquita, uno sabe para dónde va. Sabes hacia dónde estás yendo, el edificio o la montaña está al frente. Visualmente, todo el tiempo, hay referentes de la calle, de las vivencias, de las cosas. Todo el tiempo tienes muy presente tu entorno. No hay manera de no conocer en dónde estás parado, qué es lo que significa eso para la ciudad, qué es lo que significa eso para un pelado estar sentado en ese lugar. La gente conoce su ciudad, sabe por qué un café es importante y qué pasó ahí. Eso es parte de lo que uno termina viviendo. Son referencias, sistemas. Y eso pasa con la ciudad y con la gente, con los amores, con los parceros. Los parceros terminan viviendo vueltas muy parecidas a las de uno, desamores muy parecidos a los de uno, sistemas muy parecidos a los de uno.
Termina uno nutriéndose de historias, de narrativas, que uno dice “Parce, aunque no me haya pasado directamente, es como si me hubiera pasado”. Si a un parcero la novia le está haciendo el desplante uno es como “Ah, ese sistemita ya me lo conozco. Ese sistemita es este”. Queda como una referencia a ese tipo de desamor, de desplante. Uno ya se sabe esa vuelta. En “Roja en Wembley” la onda es un poco de “Yo no quiero saber de dónde viniste, con quién estuviste”. Porque uno está hablando de que lo que le pudo haber pasado con una persona, o a Samuel o a cualquier persona. Es algo que pasa mucho. “Me contaron que hiciste esto, pero yo no quiero saber”. Son cosas que lo tocan a uno y que uno termina escribiendo de ellas. Es una forma de asumir la escritura como más hacia lo sencillo y hacia lo cotidiano. Lo que tú decías ahora sobre la poesía, que se le pone una parafernalia gigantesca, unos adornos a unos temas que son tan sencillos que los puede cantar una persona en un tema de reggaetón y va a estar diciendo exactamente lo mismo a lo que tú quieres decir con “Es que tus ojos son como un mar en tormenta”. Este otro man te va a decir “Óyeme, mi amor, estás bien buena” [risas]. Es lo mismo. Ahí creamos como un equilibrio entre las dos cosas.
Ahora que hablan de la ciudad me interesa saber cómo perciben a Higuita en la conversación de las nuevas bandas de Medellín. ¿Hay una escena en la capital antioqueña? ¿Hay procesos colaborativos? ¿Hay redes de trabajo? Acá llegan sencillos y discos, pero sabemos que no es un espacio fácil para lo alternativo.
Giro: Medellín tiene una cosa muy particular y es que está en este momento, y desde hace algunos años, volcada totalmente al reggaetón. A mí me parece brutal porque encontraron algo que pueden explotar y en lo que son muy buenos. Pero esa situación, de alguna manera, conlleva a que otras musicalidades queden un poco abandonadas por la industria. Cuando hablo con personas de Bogotá, cuando tengo contacto con esta ciudad, la impresión principal que me llevo de las cosas es que aquí se toman muy en serio a lo que en Medellín es un juego, un remar contra las adversidades. En Bogotá se toman muy en serio al artista local, al artista emergente, la banda, el artista de guitarra. En Medellín, como la industria del reggaetón mueve tanto dinero, se genera más una cuestión de “Si me sirve, te tomo en serio. Si no es rentable, vemos. Como no me funcionas, tienes que valerte por tus propios medios”.
En Medellín hay una cuestión de que la escena de artistas locales que hacemos música que no es reggaetón, somos muy pocos. Incluso hay artistas de reggaetón que se ven afectados ahí. Estamos intentando pegarnos a los grandes o tirarnos por nuestra propia línea. La verdad nosotros nos hemos sentido como muy al margen de todo. También lo hemos hecho a propósito, porque sentimos que hay dos maneras de percibir las cosas: o te vuelves parte de algo y te metes como a una fila de carros y esperas en el carril que está trancado, asumiendo que estás en una fila detrás de muchos carros; o, en el otro caso, te vas por tu carril y eres el número uno en tu fila. Hemos intentado irnos por ese lado para tampoco tener la percepción comparativa de la gente, que nos relacionen con otras bandas. Siento que ya hay bandas que generaron su primer movimiento en Medellín. Entonces asumirse dentro de algo que ya hicieron es un error: uno tiene que tratar de hacer algo auténtico y, después, ver si la gente lo encasilla o no. Ese no es problema de uno. Estamos al margen de todo pero, si vamos a hacer un toque, sabemos qué bandas hay que llamar. Pero es algo que se genera más orgánicamente. Nosotros no pensamos la escena. Si somos parceros de alguien, somos parceros de alguien y ya. Y chimba que toquen con nosotros, pero por parceros.
Para cerrar, ya que hablamos de “Roja en Wembley” me interesa hablar del fútbol en la música. Me gusta mucho que puedan meter los sonidos del estadio en un corte y volverlos un beat. Entonces quería saber cómo perciben al fútbol desde lo sonoro, a qué suena el fútbol y cómo suena cuando se le filtra por lo que es Higuita en chanclas.
Samuel: Lo primero que se me viene a la cabeza es que el fútbol y la música tienen cosas parecidas, pero tienen algo que es esencialmente opuesto. Son muy parecidos en el sentido de que crean un sentimiento de euforia y de éxtasis. Pero el fútbol tiene un sentimiento que me gustaría generar, pero que es imposible generar a través de la música: el gol. Uno nunca va a un concierto a sufrir, pero un hincha paga por ir a sufrir y luego, ojalá, tener un momento de gloria, de adrenalina pura pasando por el cuerpo cuando se hace un gol. En ese sentido, juntar la música y el fútbol es un sueño imposible. Nosotros tratamos de pegarnos de algo que tiene el fútbol y que sí se puede compartir con la música que es esa liberación de “Quiero volverme loco en este lugar”. Son muy separados, pero hay un punto en el que se encuentran y eso es lo que tratamos de hacer nosotros, en el sentimiento.
Giro: Yo voy a abordar la pregunta desde una perspectiva más técnica, sobre los sonidos. Todos tenemos algo distinto en la mente y, cuando uno hace canciones, está buscando referencias. “Que esto me suene como a esto. Quiero que tal cosa suene así”. El fútbol suena de distintas maneras. Hay una parte esencial y es la de cómo suena el fútbol mediante su hinchada. La hinchada tiene música: murga, trompetas. Hay un montón de referentes también. “¿Fútbol? Fútbol es Inglaterra. Inglaterra es Éric Cantona. Éric Cantona es Manchester. Manchester es Oasis. Oasis es fútbol”. Para mí, el fútbol suena a “Wonderwall”, suena a bengalas de los ultras en Europa, del Olympiacos. Suena a punk. Suena a ska, en Latinoamérica. El fútbol suena a La Mosca Tse-Tse, a Ciro y los Persas. Es una amalgama de música que se rige por lo que acaba de decir Samuel: por un sentimiento. Es el sentimiento de euforia colectiva buscando la gloria. Todos ellos buscan transmitir musicalmente, desde la hinchada, el sentimiento de gloria. Es lo que nosotros intentamos hacer y nos alimentamos de muchos referentes, “La guitarra” de Los Auténticos Decadentes, “I Wanna Be Adored” de los Stone Roses.
Samuel: Queremos que, cuando estemos los dos en vivo, todos sean hinchas del mismo equipo. Queremos que vayan a celebrar lo que sea que haya pasado. Si pasó una ruptura, pues vamos a vivirla todos, que nadie se salve de esa tristeza, vamos a corear todos. Pensamos en emociones, en la gente.
Comentarios