Finalizó la tercera edición del Festival Cordillera, un evento masivo que celebra las diversas voces de la música iberoamericana y que, en solo tres años, se ha perfilado como uno de los eventos más relevantes para el sector privado. Con una destacada alineación que incluyó tanto a leyendas como a nuevos talentos de la música en español, esta edición congregó a alrededor de 75.000 personas en el Simón Bolívar, quienes se reunieron para disfrutar de canciones que forman parte fundamental de nuestra formación musical. Estos himnos generacionales nos han enseñado sobre el amor, el duelo, la resiliencia y la amistad. Fue una celebración extraordinaria que hizo vibrar la tierra en este espacio metropolitano, caracterizada por una impecable producción, cumplimiento estricto del horario y un diseño de experiencia innovador, cómodo y sostenible, consolidando al Festival Cordillera como el evento privado favorito de muchos en tan solo dos ediciones.
En su tercera edición, el Festival atrajo a más de 75.000 asistentes, de los cuales se estima que 8.600 fueron visitantes internacionales y 20.250 fueron turistas nacionales y excursionistas. Este evento ha tenido un gran impacto en la economía local, generando aproximadamente 8 millones de dólares en ingresos relacionados con el turismo para la ciudad, por lo que su continuidad parece ser indudable en próximos años.
Un aspecto clave del Festival es su compromiso con la sostenibilidad. Durante las tres ediciones celebradas, se han sembrado más de 37.000 árboles en la Cordillera Andina y se ha promovido un enfoque de Residuo Cero. Además del impacto ambiental, la edición de 2024 ha realizado importantes aportes a las artes escénicas, contribuyendo con más de 2.100 millones de pesos en contribuciones parafiscales y beneficiando a 13 sectores económicos. También se estima que esta edición ha generado más de 52.000 empleos, tanto directos como indirectos. Así las cosas, esto es Cordillera 2024, balance de su tercera edición.
Relevos generacionales e himnos inquebrantables
La curaduría del Festival Cordillera, desde su primera edición, ha destacado por un enfoque nostálgico que ha permitido la visita de algunas de las leyendas de habla hispana más relevantes para las generaciones que nos preceden. Este año no fue la excepción. La presencia de actos como Hombres G o Juan Luis Guerra, pese a sus dificultades técnicas, reunieron a un coro heterogéneo y multitudinario que aulló todas y cada una de sus canciones. Aunado a ello, el folclor latinoamericano y la presencia de Omara Portuondo como celebración de la historia musical de nuestra cultura enfatizó el compromiso identitario de un evento masivo que tiene muy claro, y desde el primer día, cuál es el propósito de su presencia en el paisaje cultural bogotano.
Sobra señalar que es siempre necesario reencontrarse con Flavio y Vicentico para las atronadoras descargas musicales a las que nos han acostumbrado los Cadillacs, pero también es de vital importancia señalar actos menos populares, pero igual de legendarios, en esta edición como Los Mirlos del Perú o los Skatalites de Jamaica. Así mismo, La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio nos ayudaron a reencontrarnos con la gran abuela que es nuestra Tierra, mientras que Kinky nos presentó una potente electrónica latinoamericana, disfrazada de rock, que le enseñó a un público más joven que la uwuracha o el Latin Core no son las únicas expresiones propiamente inspiradas por el contexto geográfico que se han gestado en el útero eterno de nuestro continente.
Sin embargo, el festival no se ha convertido (afortunadamente) en una celebración de la osteoporosis o los dolores de espalda y pantorrillas. El Festival Cordillera, representado por su equipo de programadores y promotores, se ha responsabilizado de traer algunos de los actos claves del nuevo indie ibérico, por lo que las nuevas generaciones se sintieron a sus anchas en los cuatro escenarios que presentó la organización. La nómina argentina desbordó las expectativas: Usted Señalemelo, Bándalos Chinos, El mató a un policía motorizado y Mi amigo invencible reiteraron por qué el país hermano ha trabado una relación tan fructífera en materia de indie con relación a nuestro ecosistema musical.
Excéntricos sabores locales
Continuando con este diálogo intergeneracional, Cordillera presentó a importantes leyendas de nuestro contexto patrio en el marco de su tercera celebración. Absolutamente necesaria la presencia de La Derecha, banda liderada por Mario Duarte que sirvió como uno de los primeros arietes con los que el rock metropolitano abrió las puertas de la resistencia pública al ayudar a dar forma a nuestro querido Rock al Parque. A treinta años de La derecha, uno de los primeros álbumes que produjo Richard Blair en territorio muisca, el equipo liderado por el actor y músico se siente aún poderoso y eterno, como un león que otea el panorama y el crecimiento de sus crías, pero que se ha ganado el espacio enaltecido que sólo confiere el rugido de los sabios. La Severa Matacera fue clave también en esta celebración, recordándonos que la capital lleva casi cuatro décadas sacudiendo su esqueleto multicultural al ritmo del ska. Para los más poperos, también, Fonseca y Bacilos nos llevaron a un lugar de plácidos recuerdos, uno en el que los cantantes de las agrupaciones no hacían estúpidos y desafortunados comentarios sobre los peores genocidas de nuestro territorio.
Lo mismo es cierto para la selección de artistas nuevos. Duplat, probablemente el nombre con mayor proyección en el campo alternativo, presentó, de nuevo, un set elegante y dinámico que denota que, además de ser un intérprete y compositor sin par en esta nueva historia que se está comenzando a escribir, es uno de los frontmans más sofisticados de nuestro contexto. Nicolle Jadad, Lalo Cortés y Juliana reiteraron que la nueva camada de mujeres compositoras está preparada para cualquier eventualidad, pues han florecido en medio de un jardín sororo en el que la competencia ha sido eliminada como plaga y en el que la polinización musical entre ellas le ha brindado nuevos colores a las particularidades de cada una de estas artistas. Ver al Avispero compartiendo tarima con Lalo fue uno de los momentos más sobrecogedores de todo el festival: cooperación, compromiso, respeto y admiración hicieron parte de una de las presentaciones más importantes de la carrera de la joven bogotana.
Responsabilidad y coherencia
Ir a conciertos es caro. Y, en el contexto de nuestra economía precarizada, cada vez más caro. Con un sistema de tiqueteras que, como público, aún no terminamos de entender, considerar hacer una inversión en entretenimiento en vivo es cada vez menos una prioridad del usuario cultural contemporáneo. Y, sin embargo, el festival continúa batiendo récords. Cabe preguntarse, en ese sentido, ¿por qué sigue convocando masivamente con tan variada oferta de espectáculos privados y con un valor de ingreso costoso, que no caro?
Lo hace por una razón evidente: Festival Cordillera es un festival con identidad, compromiso y responsabilidad. Además de eficiencia. Fito Páez tuvo que ser retirado del cartel por una complicación de salud y, en menos de 24 horas, se anunciaba su reemplazo porteño: los Fabulosos Cadillacs. Cordillera cumplió en ese respecto y, para algunos, mejoró la oferta de su nómina. Pero va más allá de los gustos personales, pues me adscribo a esta consideración al tener mayor afinidad con el sonido carnavalesco de calaveras y diablitos. El punto es que, con más de diez años como promotora, Páramo se ha convertido en un sello que avala la calidad de sus eventos, que se preocupa por el usuario y su experiencia, que cuida cada detalle para que podamos transportarnos a otro mundo distinto, uno que nos es propio y en el que no nos sentimos extranjeros.
De igual manera, el modelo de capitalismo con rostro humano que ha funcionado tan eficientemente para marcas como Starbucks, Tom’s o cualquier compañía que busque retribuir al ecosistema del que se nutre es una estrategia útil para seguir convocando masas. Si las intenciones de los organizadores son altruistas o codiciosas no es relevante. Su compromiso ambiental es evidente y sirve, para algunos, como una acción de compra. Adicionalmente, esto obliga a que los próximos eventos multitudinarios de Páramo (y otros promotores) mantengan en alto la bandera de la ecología. Los Mirlos no pueden seguir cantando con la Amazonía en llamas.
Cordillera continuará siendo un éxito —qué bueno— porque es un festival que se merece América Latina. Solo una de las bandas presentes cantó en inglés, lo que permite concluir que existe una suerte de resistencia al mercado anglófono y que, además, se puede montar una nómina de lujo con los artistas cuyas canciones dedicamos cuando empezamos a descubrir el amor y el rock latinoamericano. Como los Andes, este festival parece eterno. Como los Andes, saber que existe nos da paz. A vuelo de cóndor volveremos siempre a recorrer nuestra Cordillera.
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