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Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

Carta a mi yo joven, a propósito del concierto de The Offspring

Actualizado: 28 mar




Querido Ignacio,


No hablamos hace tiempo. Han pasado los años y me olvidé de ti, tantas cosas han sucedido. No es excusa, por supuesto. Espero redimirme. Volver a escucharte. Creo que te escribo ahora, precisamente ahora, porque hace dos días vimos a The Offspring y tengo miedo de olvidar todo lo que aprendimos en ese momento clave para nuestras vidas. Pienso que intento abrazarme ahora a un remanso de calma, en estos días difíciles, sangrantes, llenos de enseñanzas. ¿Lo recuerdas, cierto? No ha pasado tanto tiempo para haberlo olvidado, más aún si yo todavía lo recuerdo.


La casa era un estrecho edificio de varios pisos, una de esas edificaciones extrañas de Cedritos, esas que crecen hacia arriba antes que hacia los costados. Subiendo las escaleras, ya lo sabes, el cuarto de Esteban, nuestro primo. Puede que allí empiece todo. Las paredes estaban cubiertas de camisetas de fútbol construidas con cajetillas de tabaco de todo el globo. Arriba, en el techo, bufandas de equipos europeos fijadas con tachuelas de cabeza plástica. Sobre la mesa, siempre, Ixnay on the Hombre, el primer disco de punk que llegó a nuestras manos. ¿Qué era, en ese entonces, la banda de Dexter Holland para nosotros? ¿Cuántas horas solitarias pasaste luego escuchándolo en silencio en la vieja grabadora de papá? ¿Cuánto consuelo encontraste en la colección de canciones que componían este homenaje gráfico al Día de los muertos? Son preguntas retóricas que no esperan respuesta. Tú y yo sabemos todo el tiempo que este álbum nos acompañó. Ahora, no sabes cuántas veces volverás a él, borracho, cuando te partan el corazón o tus propias inseguridades arruinen la posibilidad de encontrar ese sentimiento repugnante de apego y angustia que confundes hoy con el amor.


Pero verás a The Offspring. Lo verás con el corazón roto, pasará seguido, hecho una bola de nervios, sangre y latidos mustios. Apenas una máquina que te mantiene vivo mientras esperas el regreso de A., aunque sabes que, como dicen, ese barco ya partió. Llegarás solo y bailarás solo, pues tus amigos han naufragado en la multitud, y no quieres que te vean llorar. De nuevo. Verás a The Offspring. Pensarás en los días que pasaron, que dejaste atrás, y sabrás que todo ha cambiado, aunque todo permanezca igual. La banda suena como siempre, tal vez un poco golpeados por la altura, pero firmes y seguros del dominio de su arte. Sabrás que sus sonrisas son genuinas. Tú también sonreirás. Por un momento, entre el fuego y los gritos, agradecerás todo lo que ha pasado en tu vida pues, a pesar del dolor, los malos tragos, el coqueteo con las drogas, las largas mañanas de domingo bebiendo solo, has llegado hasta aquí. Y eso no es poco. 





“All I Want” será la segunda canción del set. Las lágrimas te recordarán la casa de los primos, las tardes lentas jugando Canasta con los primos. Hoy viven lejos. Muy lejos. A veces los extrañas. A veces quisieras hablar con alguien, pero papá tiene los labios púrpura en todos los almuerzos y tendrás que llevarlo a casa, cargado como un niño cuando eres tú quien está lleno de preguntas y dolores. A veces quisieras hablar con alguien, pero el psicólogo del colegio es extraño y te tocará las piernas cada vez que lo busques. A veces quisieras hablar con alguien y solo encontrarás sosiego en tu música. Para cuando lleguen las dudas Esteban ya será gerente de un banco y hace mucho habrá olvidado que le regaló ese álbum a tu hermano, Ixnay on the Hombre, que escuchas cuanto puedes y que se perderá en un trasteo. También, así, aprenderás a soltar las cosas y dejar ir. La vida encuentra la manera para que lo que amaste regrese a ti. El disco no lo volverás a ver, pero siempre estará contigo, como lo están Smash, Americana, Conspiracy of One y el Splinter. Y cantarás sus canciones, a voz en grito, rodeado de miles de personas, sin que ninguna te esté viendo llorar por todo lo que ha sido, por todo lo que jamás será.  


Harás daño y te harán daño. Querrás morir e intentarás lograrlo. Pero el miedo es más fuerte y nunca superarás, por suerte, el pánico que te generan las alturas. Tu cuerpo seguirá en este mundo y aprenderás, tal vez, a lidiar con la tristeza y el deshielo. Nunca te abandonarán las lágrimas y sabrás amarlas, a ver en su brillo salino una luz que te recuerda la vida. Porque, al final y espero que no lo olvides, donde hay dolor hubo sentido. A. solo será un recuerdo en unos días. Esperarás. No será fácil, lo sabrás, soltar de tu memoria su cuerpo ni olvidarás pronto su tibio abrazo en las mañanas después de dormir juntos. Ni la forma de sus labios, ni las canciones que le compartiste.Pero, también lo sabrás, no será el fin del mundo. Ya no. Y aunque, al final del espectáculo, seguirás triste y desierto, las cosas serán más fáciles. Hay mucho tiempo, pensarás. Después de todo, Dexter se recibió como doctor en Biología cuando ya despuntaba el medio siglo. La vida sigue. 


Pasarán los años, los conciertos, varias mujeres que aprendieron a amarte en tus neurosis, cuando el pánico te agobia y te impide moverte o respirar. Siempre deberás dar las gracias por su ofrenda: el amor es una fuerza maravillosa y el regalo de un cuerpo desnudo será siempre un motivo de gratitud. No lo olvides. A pesar de los golpes, del ruido y los polvos blancos, nunca olvides que nadie está obligado a recorrer tu piel con sus dedos, a responder tus llamadas cuando la luna te llena de luz los ojos y te impide dormir, llenando tu cabeza de voces que te exhortan a dejar el miedo, a intentar saltar de nuevo por la ventana. Y padecerás el silencio. Y habrá noches en que ni la música podrá salvarte, pero la escucharás a pesar de todo. Porque un abrazo no te salvará del mundo, pero te dará consuelo. 


Sé que no te alcanzarán estas palabras, que la sombra de lo que eres aún duerme en mí, con frío y miedo. Pero apenas eres un eco de los días de lluvia, cuando llegabas a casa y nadie te recibía. Ya no volverán los días de patinetas y primeros besos. Ni el vértigo de retener una mano en la tuya. Ni el convulso temblor de desnudar a la persona que amas. Las escribo, para mí, supongo, para recordar que la vida no cambia, pero pasa. Que las personas que fuimos darán forma a las personas que seremos. Y hay belleza en ese dolor, en los colores de las tardes que se convirtieron en noches frías. Porque donde duele hubo sentido, pero también el éxtasis y la felicidad informan la vida. Hacen parte de la vida. Aunque lo olvides, sabes que el sol no se ha ido (lo viste la tarde del concierto), solo se esconde tras las nubes. Viste a The Offspring y tuvo sentido. La música es siempre la misma. Pero, al experimentarla a través del filtro de la nostalgia, te sientes agradecido y menos pesado. Supongo que para ello sirven las canciones: para encontrarnos y reencontrarnos, para celebrar que seguimos vivos. Porque este corazón roto ha vuelto a la vida. Y agradece cada traspiés dado, pues llegamos vivos a un show que no ha curado del todo la herida, pero que seguirá alegrándonos durante semanas. 


La música siempre tendrá sentido.




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