Atrato nació hace poco y es el bebé independiente de Federico Tisnés y Javier Velásquez, músicos de Cali y Barranquilla que han colaborado con proyectos como Ismael Ayende y Teatro Unión. Con un formato minimalista compuesto por bajo y batería, la banda toma las bases de proyectos como Royal Blood para mezclarlo con el sonido tropical de la costa Caribe colombiana. Atrato debutó en febrero de 2019 con su EP Alto concordia, un primer documento de la experticia interpretativa de sus músicos. Era disco lleno de groove y distorsión que exploraba de manera elegante giros melódicos e intervalos armónicos que vienen de la costa para dialogar con la Bogotá en la que hoy residen sus miembros. Sin embargo, aún estaban muy cercanos a las bandas que habían influenciado el proyecto. Es lógico, era su primer esfuerzo como dúo y era más fácil conciliar un referente mutuo que intentar entender completamente la dinámica de ambas partes en un nuevo ensamble. Ahora, sin embargo, la banda emplazada en Bogotá ha presentado su segundo EP, Fragmentos de una especie secundaria, que ya presenta una solidez más reconocible en su identidad. Si hay elementos de sus influencias, funcionan como guiños a una narrativa como proyecto. Cinco cortes presentados a lo largo del primer semestre del año dan cuenta de una banda poderosa, un ejército mínimo, pero experto, que puede enfrentarse a todo.
Fragmentos de una especie secundaria abre con “Curandera”, el primer sencillo de esta nueva etapa de la banda que sirve como carta de presentación al nuevo sonido de Atrato. “Curandera” presenta un relato sobre cómo en ocasiones nos dejamos curar las heridas por remedios que parecen satisfacer una necesidad, aunque luego resulten más peligrosos que la enfermedad misma. Es una suerte de metáfora de bálsamo de Fierabrás, resultando las luces de la noche una cura artificial que termina por enfermarnos. Es un recorrido urbano que supone una reflexión desde afuera sobre cómo habitamos la metrópoli, cegados por los neones que hieren la retina, que esconden con su luminiscencia que nos roba toda la atención, aquellos monstruos que yacen entre sombras y escombros. “Curandera” es engañosamente alegre y activa, como las intoxicaciones entre bares en el casco urbano. Afuera hay peligros, pero nos engañamos por decisión propia. Este augurio se manifestará más adelante en el EP, creando una continuidad narrativa que no es obvia, sino que presupone una escucha atenta.
Seguidamente aparece un corte de carácter romántico, aunque altivo y dinámico, explosivo y tropical. “Casa de turistas” presenta de primera mano la identidad sonora del dúo. Con una percusión sopesada y un bajo que lleva la base melódica, Atrato plantea la posibilidad de una relación inesperada, un encuentro mágico en un lugar seguro que no se andaba buscando. Es un reposo para ambas partes de la relación. En esta casa de turistas el amado y el amante son roles que ambos asumen, dejando de lado el objeto de idealización, siendo las dos personas objeto de deseo y cuerpo que desea. Con una fuerza minimalista y primigenia, Atrato busca un universo metafórico cercano a sus oyentes en el que las imágenes del mar y los cuerpos se convierten en poderosos vehículos del significado. Quizás la solución no está perderse en el otro sino perdernos juntos entre las habitaciones de este amplio resguardo que es el amor. Algunas tendrán telarañas, moho y humedad. Pero otras, benditas sean, dan al mar con sus balcones y se riegan de sol en las mañanas más cálidas. Es un esfuerzo pleno de colores tropicales y percusión sopesada, que a veces explota como el mar entre costas y a veces se convierte en espuma calma sobre la arena. El trabajo de las dos voces le da un componente heroico al corte y será una fórmula que suma dinamismo y fuerza a todo el EP. Es elegante y discreto, pero suma a la sazón de este guiso fabuloso.
“La niña blanca”, que sigue en el viaje sonoro de Atrato, fue presentada a finales de abril y encuentra al dúo envuelto en un ritmo meditabundo que se aleja de su sonido explosivo para presentar un viaje hipnótico hacia la muerte. Con una línea de bajo sólida y robusta a cargo de Velásquez y una batería minimalista en las manos de Tisnés, la canción presenta ecos y susurros intimistas que dan un respiro en medio de la explosión sonora que representa el resto del EP. Durante casi cuatro minutos, Atrato se envuelve en un manto de imágenes bellísimas que presentan la muerte vestida de blanco, antes que ataviada de negro, como una fuerza vital de la que renacerán las cosas. Como figura literal o figurativa, esta personificación del último destino humano se torna bondadosa y amena, un último puerto para el viajero cansado, el último reposo del guerrero vital. “La niña blanca” plantea nuestro destino inescapable con una sencillez y tranquilidad propia de su espíritu calmo y reflexivo. La muerte del ego es el primer paso para alcanzar la iluminación y la aceptación de nuestra fragilidad nos permite disfrutar cada uno de los segundos que habitamos este mundo loco que nos tocó en suerte. Atrato propone la metáfora del baile como imagen de la vida misma y nos invita a su danza de tambores espirituales y bajos psíquicos para adentrarnos en el profundo conocimiento de nuestro ser.
Después de la calma viene la tormenta y “3AM” es la manifestación perfecta del espanto. La composición se prefigura como un terrorífico retrato de Bogotá en su momento más oscuro, la hora en que seguir pateando calle se convierte en una invitación para el peligro. La hora del Diablo dirían los cautos. “3AM” está construida sobre una base de percusión de champeta, mientras que el bajo de Velásquez se muestra distorsionado para crear un riff grueso y peligroso que hace eco del ritmo frenético del relato. Retratando una mala pasada del destino en la hora maldita en que la noche aún no ha acabado, pero el día aún no empieza, El dúo muestra su lado más explosivo e imponente, creando una melodía sobresaliente con un mínimo de ingredientes, convirtiendo su proyecto en una suerte de cocina de autor en el que el picante es la base de sus platos.
Con “Río abajo” se completa Fragmentos de una Especie Secundaria. Este sencillo, con el que también cerraron su campaña de promoción, es un estallido experimental que transita distintos lenguajes sonoros y escapa de la narrativa urbana para hablar del éxodo de comunidades víctimas del conflicto armado en Colombia. Inspirada en la exposición "El Testigo: Memorias del conflicto armado colombiano" de Jesús Abad Colorado, “Río abajo” es desgarradora y visceral, con riffs hirientes que astillan la piel y remiten al sentimiento de caminar descalzo por la manigua, toda la vegetación sofocante y ardiente, mientras en una tula sobrevive la existencia que logramos arrebatar de las manos de los bandidos. La canción comienza con una percusión solitaria con reminiscencias bullerengueras que va trazando el ritmo sobre el que luego aparece la voz de Velázquez, herida y desolada, mientras describe la desgarradora experiencia que padece una persona que se ve obligada a dejar su tierra por el miedo a perder la vida. Este es el país en el que vivimos: ningún filtro naranja podrá borrar la sangre de nuestra retina, de nuestra memoria.
El sonido de Atrato es enérgico y su puesta en escena lleva al extremo la posibilidad rítmica de un ensamble de dos piezas. La banda se ha estado moviendo muy bien desde finales de 2018 y con este EP se ha convertido en una favorita del circuito alternativo. Atrato ha logrado integrar de manera elocuente dos universos sonoros en las antípodas musicales. La tropicalidad en la base de percusión y en la entrega vocal de Velásquez concatena con bajos desafiantes y primitivos que igual y crean una línea melódica poderosa para vacilarse el pogo con desparpajo. Fragmentos de una especie secundaria es explosivo y vibrante, pertinente y apabullante. Es una locura pensar que todo esto se ha construido con solo dos mentes. Pero, como dicen, dos cabezas son mejor que una y mucho más si entienden las delicadas costuras del oficio de hacer canciones. Es un EP fascinante y dinámico. No se lo pierdan.
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