En araucano, la lengua originaria de los mapuches, Newenken significa "correntoso" o, cuando viene de Ñedquén, la traducción sería "atrevido, arrogante o audaz". Estos adjetivos, salvo el de arrogante, podría calificar el trabajo del cuarteto Atrás hay truenos, una de las bandas indies más sorprendentes y conmovedoras del contexto argentino desde hace más de quince años. Conformada por Roberto Aleandri (voz, guitarra y sintetizadores), Ignacio Mases (guitarra), Diego Martínez (bajo, coros y sintetizadores) y Héctor Zúñiga (batería y percusión), Atrás hay truenos ha construido una obra sobresaliente que los ha llevado a convertirse en uno de los secretos mejor guardados de la música alternativa. Aunque, en virtud de su talento, sus composiciones merecen un espacio en el corazón de todo oyente contemporáneo, toda vez que la factura minuciosa de su poesía y la rara arquitectura de sus melodías es la evidencia de un respeto profundo por la artesanía de la canción.
Radicados en Buenos Aires, y hasta hace poco parte del sello Laptra, Atrás hay truenos ha creado una propuesta artística en la que el ruido y el silencio son materiales dúctiles con los que construyen andamiajes sorprendentes y conmovedores. Con una producción discográfica que se extiende por cuatro álbumes, la banda de la Patagonia se prepara para una nueva producción que los encuentra trabajando con Casa del Puente, sello fundado por el baterista argentino Pedro Moscuzza y la artista chilena Cecilia Amenábar, que contiene uno de los catálogos más interesantes de la actualidad latinoamericana. Atrás hay truenos visitó Bogotá en mayo para hacer parte de la comitiva argentina en la pasada edición del BIME, además de presentarse en un concierto íntimo junto a Luznoestrella, una banda nueva que se anticipa como una joya de la alternativa local. En medio de su agitada agenda hablamos con los argentinos sobre el ruido, el quehacer artístico, Sonic Youth y sus próximos pasos.
Quería empezar hablando sobre cómo empiezan a definir su sonido en esos primeros días de la banda. Uno siempre está guiado por sus influencias y contexto, pero no hay un camino hecho para empezar a dar forma a la identidad de un proyecto.
Nacho: Empezamos a crear muy lúdicamente. El juego es muy importante porque no tenemos una formación profesional per se. Entonces básicamente lo tomábamos como eso, como un divertimento, algo que nos ponía en otro estado que, además íbamos descubriendo, y cada nuevo descubrimiento era una sorpresa y no era una obviedad que modificaba todo lo anterior o lo hacía mucho mejor. Nosotros hacíamos música desde ese lugar del juego. Al principio no eran temas cantados, era una banda instrumental, entonces aprendimos a relacionarnos con los sonidos de los instrumentos antes inclusive de que estuviera la voz. Y, bueno, básicamente fue irnos guiando por lo que nosotros entendemos como progreso dentro de lo que hacíamos.
Roberto: Es un poco eso que tú identificas como algo a lo que puedes llegar a sonar. Nosotros crecimos escuchando la música de los noventa, como Sonic Youth, somos muy fans todavía de esta banda hermosísima. Conocimos el krautrock, una revolución hermosísima de la década del setenta en Alemania, que también fue influencia. Entonces hay influencia en los timbres, de ciertos sonidos, de ciertas formas de usar las guitarras que tienen que ver con un estilo. Pero, como decía Nacho, nosotros nunca nos propusimos ser como Sonic Youth o como cualquier artista. En ningún momento se nos cruzó por la cabeza una cosa así. Simplemente tocar, disfrutar y apreciar los sonidos y cómo se relacionan, ha permitido que vayamos descubriendo nuestra propia identidad.
Diego: Las influencias vienen de ahí y también un poco de la libertad. De hecho, también, lo que sucedía es que en Neuquén, en el techo de la Patagonia, de donde somos, no había en su momento Internet o no tanto y creo que se juntaba esto de también querer romper con lo que estaba sucediendo en la escena neuquina que era más bien copias del mainstream que sonaba en la radio: nu metal, rock y metal. Mucho metal. Existía esa sonoridad áspera, árida. Tenía que ver con que el krautrock, creo yo, nace así porque también los jóvenes post nazismo no querían saber nada de lo establecido y se pusieron a hacer tipo ruido, a romper todo, en plan “no queremos parecernos a nada”. Y me parece que algo de eso nos pasaba.
Roberto: En ese momento nosotros estábamos en la ciudad de Neuquén y, como no nos gustaba lo que pasaba ahí, como estábamos más en la nuestra, más aislados, esa fue la forma de hacer las cosas: raspar una guitarra contra un platillo porque los sonidos eran increíbles. Era amor por el sonido.
Héctor: Pensar en nuestros inicios tiene que ver con ese divertimento que dice Nacho, con estas influencias que mencionan Roberto y Diego, y tienen que ver con algo importante de que nosotros ni siquiera era que reflexionábamos que no nos gustaba lo que pasaba en Neuquén o lo que sucedía alrededor, sino que vivíamos en un barrio muy alejado también del centro que nos obligaba a permanecer mucho tiempo juntos. Somos amigos desde muy pequeños. Y, cuando un día decidimos comprar los instrumentos, fue muy natural esa búsqueda que terminó siendo krautrock sin saberlo. Es más, tocábamos más eso y después descubrimos que había una banda que se llamaba Neu! y todo el movimiento kraut. Fue algo muy natural. Después, con la consciencia, van pasando los años, hiciste un disco quizás con esa inconsciencia del comienzo, vas comprendiendo toda esa base natural y esas influencias que te aparecen como la música, como el arte, como el cine, como nuestra vida misma. Ahora me doy cuenta, teniendo muchos años más de los que tenía cuando comenzamos, que ese primer germen del krautrock, que no sabíamos que existía, pero que lo hacíamos, fue nuestra mayor influencia como artistas. Después fuimos refinando un montón de cosas para llegar al lugar en el que estamos ahora, que es una conclusión de todo ese primer momento.
Diego: Siempre que encaramos un disco nuevo, buscamos algo que trate de romper con lo anterior o que, por lo menos, de evolucionar. Siempre estamos con ese bicho que nos pica de hacer algo nuevo y buscar un sonido nuevo y aparecen otras influencias. Ahora hay una búsqueda de ir a cierto pop, a una suerte de refinación, a las armonías de la canción, de interpretar y armar el cuento, ese poema cantado que te lleve por todos lados. Que no sea una mera repetición, sino que crezca en armonías y en ritmo, qué sé yo: lugares nuevos.
Roberto: Más allá de las influencias puntuales de algo en un comienzo, obviamente cuando eres joven tienes menos información, somos amantes de la música en general. Nos gusta toda la música: el folclor, una guitarra raspándose contra el piso, una percusión frenética. La música nos vuelve locos: los discos, las canciones, el arte que hay en la música.
Hablemos de la poética del ruido, de la belleza en lo disonante, en lo que no está dentro de las formas tradicionales de lo que supone una canción, pues el poema cantado ya tiene una serie de estructuras que responden a una serie de lenguajes que están dados hace tiempo. El poder crear un elemento disonante, de ruptura también, tiene algo que es fuerte, que choca, que impacta y conmueve. Quería hablar del ruido como un elemento de contrasentido para llamar la atención en su música.
Roberto: A mí me pasa que mi conexión con la música está marcada por los sonidos, incluso más que por la palabra, la voz y la poética. Siempre experimento la música a través del sonido. Es lo que amo de la música: un mínimo movimiento en un sonido es lo que más cautiva. Esa cosa minúscula o gigante es un mundo amplio en el que existen muchas formas que no son las establecidas de los cánones musicales o de lo académico. Yo conocí la música de esa forma y la experimenté siempre de esa manera. Todo tiene que ver con eso. El canto o las palabras que salen son parte de esa cuestión mínima que obliga a tener el oído conectado con el sonido y conocerlo de principio a fin, buscando ese momento especial y único que te hace feliz y hace feliz al que lo escucha. Ahí se forma el poder de la música.
Diego: Esto se conecta con lo que te contábamos al principio, que era un poco romper con esa escena muy chica que había en ese momento en Neuquén. Después de ver la misma banda en el mismo bar cien veces te saturabas un poco. Fue en lo que los chicos coincidieron en un primer momento. Se buscaba un poco romper con eso. Yo los conozco a ellos porque Héctor me invita a que los conozca, yo estaba estudiando Sonido, y fui ahí y conectamos. Pensé “Esto vamos a grabarlo porque nunca lo escuché antes”. Y era solamente instrumental. Me acuerdo que en aquella época los chicos de verdad sólo compraron los instrumentos y Roberto me dijo “¿En la guitarra se tocan todas las cuerdas?” [risas]. Él tocaba siempre así, no discriminaba por cuerdas, armonizaba algo diferente con todo el diapasón sonando y, obviamente, había disonancias, pero le encontraban una cosa muy particular y que de base llamaba la atención. Creo que el ruido también los acompañó en esa primera etapa y los ha acompañado hasta ahora.
Nacho: Creo que el ruido en nuestro caso es una herramienta. A nosotros nos servía para mostrar algo. No estaba netamente pensado, pero para nosotros eso era una especie de mensaje, algo que teníamos que mostrar. No sé si estuvo muy pensado tampoco o fue algo que nos llegó de manera más espasmódica. Aprendimos a convivir con el error, que no lo fue luego, y hacerlo parte de lo que hacíamos.
Roberto: Recuerdo que compusimos, en el tercer show que hicimos, una canción. Miramos mal la lista y se armó una bola de ruido que no quisimos abandonar y la tocamos. Cuando terminamos dijimos “Che, hagamos una canción con esto. Cada uno empieza en la nota que quiera”. Tomando decisiones absurdas tal vez. Es un color más que había dentro de la paleta.
Claro. Y volvemos también sobre todo el tema de lo lúdico porque, al no existir una formación clásica en la composición hay más libertad, de cierta manera. Cuando te dicen que algo no debería ser quizás es cuando más deberías insistir en eso.
Nacho: Sí, hay como una especie de antítesis que te lleva a hacerlo. Sobre todo, yo creo que era eso: otro color más, un paisaje más que había y que a nosotros nos hacía querer crear un noise que tuviese un contexto, si se quiere. Pero la idea era esa y siempre se puede tratar de mejorar ese concepto.
Roberto: Siempre tuve la sensación, incluso en el comienzo cuando tocaba la guitarra con todas las cuerdas, de que estaba haciendo una música como pop o que iba a ser fácil. No sé por qué pensé que lo que hacía lo podía entender cualquiera. Me parecía que, si era un camino para mí para hacer música sin saber nada, la gente lo iba a entender. No fue tan así porque las primeras veces nos cortaban del escenario. Lo han hecho un par de veces, sacarnos del escenario por hacer tanto ruido.
Héctor: Es un tema de incomprensión. Es lo que señala Robi, relacionado a que nosotros pensábamos que todo el mundo entendía la música de la misma manera a como la estábamos entendiendo nosotros y que, para mí, esto que hacíamos era pop también. Era la música más amable para las personas que podíamos hacer. Siempre pienso que ir a hacer la inversa de estudiar música y después querer hacer lo que a nosotros nos salió de manera natural no se puede o es muy difícil. Reflexiono y pienso que nosotros pasamos por eso y todavía seguimos analizando la canción pop como lo hacíamos en ese comienzo del que habla Roberto: “esto que estoy haciendo lo entiende todo el mundo”. Ahora estamos haciendo eso mismo, pero refinado. Después de haber pasado muchos años y de haber comprendido qué es hacer una canción, qué queremos de una canción.
Roberto: Ahora estamos en un momento alejado del ruido y estamos buscando algo más melódico, enamorados de las melodías, estamos haciendo menos sonidos, es otro camino que parte de decisiones que hemos tomado.
Diego: Creo que viene de la evolución del conocimiento de cada uno y el no parar en el ejercicio de escuchar música, vieja o nueva, descubriendo arreglos. Cada nuevo tema lo estamos trabajando y tocando durante un buen tiempo y se da que, en cualquier momento, escuchamos otra música que nos hace pensar “Mirá, acá está eso que buscábamos”. Ahora veo diferente a la música, no como la agarraba antes de hacer lo primero que me saliera.
Héctor: Hablando de eso, yo me armo como un plano, un dibujo en mi mente que, cuando nosotros comenzamos con todo este ruido y toda este ímpetu de hacer la música, no pensábamos nunca en los silencios, en qué podía pasar en el entremedio y ahora estamos dándonos cuenta de que hay un montón de espacio. Ahora es cada vez menos, más minimal, pero creo que tiene que ver que ahora el noise y ocupar todo ese espacio con noise hay un silencio. Y donde está ese espacio para la música es pensado y muy medido. Antes lo tirábamos allá arriba. Ahora está ese silencio, ese arreglo que pensamos que nos parece igual de bello a ese ruido que hacíamos al comienzo. Esa es la forma como veo la evolución de nosotros como músicos y de cómo fuimos entendiendo la música.
Roberto: Ahora estamos en esa y no sabemos cuál va a ser la próxima. Como que nos manejamos en un ámbito de libertad total. Podemos hacer lo que queramos porque vamos a ser nosotros siempre.
Es muy bello escucharlos hablar porque hay una reflexión muy profunda sobre el proceso artesanal de lo que tiene que ver con la canción y lo que se pueden permitir. Si antes existía una suerte de horror vacui, de saturación, ahora hay también unos espacios interesantes para el silencio que tienen también su propio poder, pues generan otro tipo de sensaciones y otra forma de conectar con la canción. Pero siempre ha existido la reflexión por ese elemento artesanal de hacer. En ese sentido, quería también preguntarles por cómo entra el texto en el proceso.
Roberto: La aparición de la letra y de la voz en las composiciones fue también algo que sucedió de manera natural porque yo nunca me había pensado como escritor de canciones ni como cantante. Al principio para mí era imposible tocar la guitarra y cantar algo, me concentraba exclusivamente en la guitarra. Pero un día me pasó que escuché una canción de Violeta Parra tocando un tambor y cantando una versión de “¿Qué he sacado con quererte?”, la encontré en YouTube sin saber que ella existía, y quedé impresionado. Me partió el corazón y automáticamente tomé la guitarra, después de escuchar su música y estudiar un poco su visión sobre el arte. Ahí nació mi primera canción con voz y me volví loco. De repente admitía un nuevo sonido, tocaba la guitarra y cantaba. El arte se expandió. Así medio inconscientemente lo fui haciendo. Si en el principio tocaba las seis cuerdas de la guitarra, cuando empecé a cantar lo hice gritando o hablando bajo o recitando sin pensar en la estructura de la canción, en el estribillo.
Fui haciendo las primeras composiciones y, cuando se las llevé a la banda, empezó a pasar una cosa más grande de lo que me pasaba a mí, que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo desde una cuestión compositiva o técnica, y cada aporte de la banda, el arreglo musical o una armonía nueva, hizo que fuera creciendo. Es algo que todavía se sigue desarrollando. Con lo nuevo que estamos haciendo es la primera vez que pongo atención a la métrica de la canción. Estábamos haciendo una canción con los chicos de Margarita siempre viva recién y había una frase que iba del “quemar” a “quemarme”. Nos parecía maravilloso que sólo una sílaba pudiera tener un impacto y una transformación en la métrica de la canción. Toda esta nueva etapa me ha permitido empezar a entender estas herramientas que existen y a abordarlas de a poco y a sumarlas a mi forma de hacer las cosas.
Cortesía BIME Colombia.
Hablemos un poco de“Posguerra”, sencillo que ha marcado una suerte de nueva etapa musical. Después de una continuidad de tanto tiempo con Laptra, ¿cómo comienza esta nueva ola de creación y cómo llegan a Casa del Puente?
Diego: Nosotros somos amigos de los chicos y ellos vienen llevando este sello de corazones, desde la casa de dos bandas, los 107 faunos y Él mató, hasta lo que es ahora. Y eso, como cualquier otra relación, tiene sus esquemas. Entonces, en un punto nosotros queríamos un refresh y me conecté con Estanislao López, que es el productor que está produciendo a una nueva camada de rock con Dum Chica, Mujer Cebra, Club Audiovisual, Riel. Como que Laptra tiene un curso muy marcado a nivel artístico y nosotros como que coincidimos en un momento para tener una apertura a otros sonidos. Hicimos la apuesta. Me conocí con Estani y empezamos a trabajar este disco con ganas de renovación en realidad. También sucedió que nos conocimos en Mar de Plata con Pedro Moscusa, el presidente de Casa del Puente (el nuevo sello), y nos dijo que le había encantado el show. En este cambio de aire que quisimos darnos empezamos a trabajar este disco, antes de la pandemia. Ese es el sentido nada más: salirse de las zonas de confort y tratar de generar cosas nuevas. Estábamos un poco rebotando sobre lo mismo, habíamos hecho la remezcla de Bronce (2016), que resultó en Bronx (2019), y en un momento decidimos hacer unos cambios. Pero seguimos muy amigos.
Héctor: Nosotros habíamos ido a Chile y Uruguay y sabíamos del efecto Laptra que había. Y cuando llegamos a Colombia nos conocimos con los chicos de Margarita que hace años que nos conocen a través de Laptra y empezaron a comentarnos un poco sobre ese peso que tiene el sello en toda la música. Sabemos que sucede, pero me puso a pensar en toda esa influencia que existe.
Roberto: Volviendo un poco a eso que mencionas, por el lado del tema artístico, era un poco a ese tema de que estábamos haciendo las cosas un poco en modo repetitivo. Lo mismo con la composición. Nos estaba pasando que no podíamos salirnos de la forma de tocar de siempre. Fue un trabajo que, por ejemplo, viene haciendo Diego por el lado de la producción de empezar a estudiar las canciones, de trabajar el arreglo.
Diego: Es una especie de renacimiento. Si siempre estás en la zona de confort, pues terminas dando vueltas sobre lo mismo. Ahora, el disco completo empieza a componerse en un home studio, no al revés como hacíamos antes que íbamos a la sala o ir a un estudio para formar un material.
Roberto: Pasó que hicimos un trabajo de pre-producción que no habíamos hecho nunca que también nos sirve de estudio, como forma para aprender sobre la música, de ser mejores músicos y aprender el lenguaje y sus herramientas. Nos dimos la libertad de aprender. También el lenguaje musical tiene cosas muy bellas que nos cautivan. Nos encanta escuchar un temazo, un hit de un artista, y también nos gustaría hacerlo. Porque las canciones son poderosísimas.
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