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Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

Las Áñez, a dos voces entre lo orgánico y lo digital




Hablar de Las Áñez es hablar de uno de los proyectos más importantes de las nuevas músicas folclóricas colombianas. Y esta es una etiqueta que se queda corta, pues el sonido que Juanita y Valentina Áñez han logrado construir durante años una identidad propia que sí bebe de las variadas enunciaciones de la música latinoamericana, pero que se construye sobre una mixtura improbable de elementos en los que la voz de las hermanas gemelas es el principal motor de sentido. Con Silbidos de 2014 empezaron a recorrer espacios selectos en los que la música se percibe de una manera distinta, en la que la melomanía obliga la atención plena del escucha. Sin embargo, lentamente fueron abriéndose espacios cada vez más populares, ganando la atención de portales especializados como Radiónica y, sobre todo, Radio Nacional, en los que han presentado los álbumes Al aire (2017) y Reflexión(2020), que incluía la fascinante cavilación “Tiempo”, junto al estadounidense-argentino Kevin Johansen, como bálsamo para sobrellevar el asfixiante encierro. Las vimos como coristas en el DVD Reluciente y rechinante de los Aterciopelados de 2016, en Colombia al Parque en el 2018 y en la celebración de los diez años de IDARTES el año pasado. Ahora, después de compartir sus calmas y espirituales melodías en la última edición de Estéreo Picnic, y preparándonos para su primera presentación en el cada vez más plural Rock al Parque, hablamos con las hermanas sobre el lugar de la cantautora en la América contemporánea, la espontaneidad y el afecto a la hora de componer canciones y, sobre todo, la voz como herramienta primera de sentido.


Quería comenzar hablando un poco del año extraordinario que han tenido. Está el Estéreo Picnic, ahora Rock al Parque, además del concierto de Kevin Johansen. ¿A qué atribuyen el interés de un público cada vez más extenso y diverso?

Somos muchos los artistas que hemos demostrado que la música no depende de su clasificación por géneros. Entonces, a partir de lo que se va escuchando, va llegando una gran cantidad de oyentes y de programadores de conciertos que empiezan a ver la música de la misma forma: amplia, diversa y transfronteriza. Para Las Áñez siempre fue natural salirse de los marcos en la música, aferradas al formato de las dos voces en tarima, medio experimentales, y seguiremos aprendiendo a hacerlo cada vez mejor para diferentes contextos.



Parte de lo que vivimos hoy en el panorama colombiano, esto es, la importancia de una nueva generación de cantautoras se debe en gran medida a la trayectoria de Las Áñez. ¿Cómo ven el lugar de la mujer como vehículo de canciones en el momento actual de la música de nuestro país?


Es muy lindo notar que el hecho de que alguien haga algo, ya permite que más personas lo intenten y logren grandes cosas, cada uno a su manera. Así seguramente fue que nos permitimos hacer lo que hacemos, viendo a otras artistas mujeres siendo ellas mismas, y así habrá sido con cantautoras más jóvenes que nos hayan visto. La comunicación contribuye a la solución de muchos problemas, y la mujer tiene mucho por decir en canciones. Así se irá acabando “la lenta lucha” de la que hablamos en la canción “De Curvo Cuerpo”.


Hay una particularidad en su proyecto que es la de la familia. Más allá de ser hermanas, en Las Áñez participan sus padres, sus parejas, además de una familia extendida de colaboradores y amigos. ¿Cuál es la importancia del hogar, los lazos de sangre y emocionales en la construcción de un propuesta honesta y única?


Hemos sido muy afortunadas de que nuestras ideas y “caprichos” sean apoyados por las personas que más queremos. Nuestro papá nos dejó el oído y amor profundo por la música y el sonido. Nuestra mamá la creatividad y recursividad, además de diseñar los trajes más adecuados y bien elaborados que podríamos tener. ¡Ambos van a todos los conciertos que pueden! El novio de Valentina, aunque se dedica a eltornillo.co, es además un increíble diseñador y “solucionador” de fotos, luces, merch, estuches y arreglos de instrumentos. El novio de Juanita es el baterista de nuestro cuarteto de jazz Bituin. Además, los ingenieros y las gestoras con las que hemos trabajado últimamente nos dan esa confianza grande que se necesita para trabajar. La confianza y familiaridad es muy importante.


Desde un punto de vista estético, siempre me ha llamado la atención el eficiente uso de una economía de recursos en la construcción de sus composiciones. En un momento en el que la música está ataviada de muchísimos ropajes, ustedes desnudan la canción hasta la esencia. Creo que esto obliga una escucha más atenta por parte del escucha. ¿Cómo se plantean la construcción de temas a la luz del horizonte de expectativas del público contemporáneo, propenso a la saturación del rango dinámico, la plétora de pistas y el exceso de adornos?


¡De acuerdo con que hay muchas propuestas repletas de elementos! Y también nos gusta escucharlas. Pero Las Áñez es lo contrario, y eso nos implica un análisis sonoro y técnico muy específico. Lo hacemos porque nuestro gusto coincide con el minimalismo y con buscar la esencia de las cosas. Tiene también que ver con nuestro carácter pausado, y con nuestra formación en jazz, con su carácter acústico y de formato pequeño, pero que puede parecer muy grande si se diseña con cautela.



Me resulta particular verlas entre dos actos chilenos en el cartel de Rock al Parque, Frank White Canvas y Francisca Valenzuela. Esto me lleva a pensar en la participación de las cantautoras de ese país en las luchas sociales y culturales, desde Violeta Parra hasta Camila Moreno en las recientes movilizaciones de 2019. Su música no está exenta de ese valor social, desde “En la lucha” en lo público y “De curvo cuerpo” en lo privado, ¿cómo la sensibilidad particular femenina, desde la canción, aporta a la construcción de un espacio vital más ecuánime y participativo?


Eso que mencionas es un hecho que demuestra el concepto de diversidad, que necesitamos las mujeres para seguir siendo cada vez más libres. Más que oír palabras feministas, qué mejor discurso que ver Pop en vivo, seguido de música vocal vanguardista, seguido de rock más pesado, todo hecho por mujeres en tiempo real de manera potente y en gran medida autosuficiente. Aunque el enfoque del total de nuestro concierto no sea social a través de las letras, somos mujeres que deciden enfocarse en el sonido más que en otras cosas, y queremos seguir sintiéndonos libres de hacerlo.


En esa línea, sus colaboraciones diversas han nutrido su propuesta musical. Desde De Juepuechas, pasando por el Cholo Valderrama, Lido Pimienta, el propio Kevin Johansen y Edson Velandia, entre otros. ¿Cómo entienden el ejercicio colaborativo en la música?


En nuestro caso las colaboraciones se han dado de manera muy orgánica y a partir de la música exclusivamente. Es decir que invitamos a cantar a alguien cuando confiamos plenamente que esa canción es para ese artista. Las respuestas positivas de artistas con tanta más trayectoria que nosotras, aunque muchas veces a distancia, nos emocionan y halagan mucho. Muy afortunadas de poder compartir y aprender de ellos, así como de los artistas que nos han invitado a participar en su música.



Para cerrar, quisiera hablar un poco de la voz como instrumento. Lo damos por hecho, pero es probablemente la primera forma de la canción. Al samplear, cortar y manipular la voz humana en sus producciones llaman la atención sobre esto, que me resulta esencial, porque es también volver a lo humano en la era de lo digital. Quisiera hablar del cuerpo como principal lugar de enunciación y de encontrar la voz propia en un momento en el que todo se parece.


De acuerdo, la voz es algo muy humano y personal, que explica la conexión profunda de muchas personas con su canción favorita. Nosotras mismas consumimos música mucho más a partir de la voz, a partir de los cantantes.


El concierto de Las Áñez sí tiene esa mezcla de acústico y eléctrico, de viejo y nuevo, análogo y digital, de lo orgánico y lo “falso”… Eso se debe al protagonismo de las voces, muchas veces puras sin efectos, y a que usamos el pedal de loops como una herramienta, no tanto como un personaje que nos “robotice” o nos cuadricule toda la música. Buscamos que la canción, su naturalidad y el canto, sean las prioridades, aunque usemos algunos sonidos electrónicos.


El sonido general de Las Áñez sí se lo atribuimos en gran medida al hecho de ser dos voces cantando a la vez. Es decir, a que la voz de una de las dos no termina de sonar a Las Áñez. Solo suena realmente al grupo cuando suena a dos voces.



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